[Grupito] : Cambio de fecha - tertulia el 25 de octubre
Ecomujeres at aol.com
Ecomujeres at aol.com
Mon Oct 10 19:56:31 PDT 2011
- ENGLISH VERSION FOLLOWS SPANISH -
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ANUNCIOS
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Todavía no tenemos programada la próxima tertulia, por ejemplo el 8 de
noviembre. Si alguien quiere ofrecer su casa, favor de avisarme lo más
pronto
que sea posible.
AVISO ESPECIAL: Mientras todas las personas son bienvenidas a las
tertulias, de vez en cuando, el anfitrión quiere limitar el número de gente o
quiere recibir un RSVP de las personas que van a asistir. Si envío yo un
anuncio diciendo que el anfitrión quiere limitar el número de invitados y/o que
un RSVP es obligatorio, POR FAVOR, respete este pedido, envie un RSVP y NO
vayas a la tertulia al último momento. Gracias!
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Saludos:
La próxima tertulia literaria y gastronómica tendrá lugar el día 25
de octubre (el martes), a las 7:00 de la noche en la casa de Xequina
(Xequina tuvo que cambiar la fecha):
Xequina quiere limitar el número de personas y por eso, le enviará su
dirección a las primeras 14 personas que le envien un RSVP. Por telefono (510)
536-6421 o _xequina en hotmail.com_ (mailto:xequina en hotmail.com) Favor de no
asistir sin un RSVP.
La lectura, dos cuentitos, está atada como un documento PDF. Ademas,
hay abajo una copia de la lectura si tienes problemas con el PDF.
Te rogamos que vengas preparado, habiendo leído la lectura de
antemano, y que traigas un plato y/o una bebida para compartir.
Debra Valov
_ecomujeres en aol.com_ (mailto:ecomujeres en aol.com)
- ENGLISH -
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ANNOUNCEMENTS
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We still don´t have the next tertulia scheduled, for example for the 8th
of November. If someone is interested in offering their house please let
me know ASAP.
SPECIAL NOTICE
While everyone is welcome at the tertulias, occasionally the host would
like to limit the number of people attending or requests that all people
attending send an RSVP. If I send an announcement saying that the host wants
to limit the number of guests and/or an RSVP is required, PLEASE respect
this request, send an RSVP to the host and do not just show up at the
tertulia at the last minute. Thank you!
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Hello!
The next tertulia will take place on October 25th (Tuesday) at 7 pm at
Xequina’s house (Xequina had to change the date).
Xequina would like to limit the number of people to 14 and so will send
her address to the first 14 who send her an RSVP. Please do not attend
without an RSVP.
Contact by phone: (510) 536-6421 or email: _xequina en hotmail.com_
(mailto:xequina en hotmail.com)
Directions:
>From 580, south:
Take Fruitvale Ave exit, and turn right onto Fruitvale. Go about 1 mile
to a major intersection which is Foothill Blvd. and turn right onto
Foothill.
Make your first left (28th Ave.), go one block to E. 17th and turn left
again,
go one block. I'm right at the corner of E. 17th & 29th Ave.
La lectura, dos cuentitos, está atada como un documento PDF. Ademas,
hay abajo una copia de la lectura si tienes problemas con el PDF.
The reading, two short stories, is attached as a PDF file.
There is also a copy of the story below in case you have problems with the
PDF.
Please come prepared, having already read the story, and bring a plate
and/or drink to share.
Debra Valov
_ecomujeres en aol.com_ (mailto:ecomujeres en aol.com)
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Grupito mailing list
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LA LECTURA/THE READING
El Espejo
De Sergio de Agostino, 2002
"¿En qué espejo se quedó perdida mi faz?"
(Cecilia Meireles)
Para Antonia de Almeida Cunha, amiga siempre presente.
Me detengo a la puerta de aquella casa de antigüedades. Una fuerza extraña
me invita a entrar, al mismo tiempo que una vaga y persistente inquietud
parece detenerme por el brazo, impidiéndome la entrada. Invadido por un
temor que no me explico, vacilo. Repentinamente, siento la incontrolable
necesidad de salir lo más rápido posible de aquel lugar. Sin embargo, cedo a la
tentación de permanecer, dividido entre dos fuerzas antagónicas que parecen
divertirse con esa situación.
En el escaparate, un espejo enmarcado por extrañas molduras nos habla de
un pasado remoto, como una sibila inspirada por Apolo, encargada de dar a
conocer los oráculos de ese dios. Perplejo, fijo la mirada en aquel cristal y
siento el efecto de su magia. Soy atraído, arrastrado por la fuerza de un
imán. Me estremezco. Una convulsión me endurece el cuerpo, tomado por una
fuerza que no consigo controlar. Excitado, mis músculos se estiran como
tensas cuerdas de un violín, bajo el arco exaltado del músico.
De a poco, voy penetrando en aquella casa que huele a moho y a estearina
derretida. En un rincón de la sala, un candelabro con siete velas,
sustentado por un trípode, proyecta un poco de claridad al ambiente, dominado por la
penumbra. Aflojo el nudo de la corbata. Dilato las narices, intentando
sorber el aire en largas bocanadas. Me siento sofocar. Me acerco al espejo,
cubierto por una densa capa de polvo. Reflejado en él, veo una extraña e
inquietante figura que a pasos lentos se aproxima. Asustado, hago girar la base
del mueble que lo apoya, mientras limpio con un pañuelo mis dedos
mugrientos.
—Siéntese a gusto —me dijo una voz cavernosa semejante a la voz de la
zorra— es una pieza muy antigua. Más de doscientos años.
—Es... es... —sólo pude articular ese monosílabo, sintiendo que las
palabras se me atragantaban, tomado por sorpresa con la inesperada intromisión.
Haciendo girar nuevamente la base de la pieza, el viejo me enseñó los
diseños de la moldura torneada y tallada donde sobresalía, esculpida un áspid
en actitud de ataque.
—Este espejo perteneció a una tradicional familia paulista. A la muerte
del viejo patriarca, fue subastado por los nietos que heredaron su
patrimonio. Si a usted le interesa, puedo hacerle un buen precio, pues la edad
avanzada y la enfermedad me impiden seguir con el negocio.
De hecho, la coloración amarillenta de aquel envejecido semblante cubierto
de arrugas, las espesas cejas caídas sobre los párpados dejaban entrever
una vida que se aproximaba a su fin, que se iba como agua entre las manos.
Cerrado el negocio, le entregué el cheque y, con mucha dificultad, llevé
hasta el maletero del auto la pieza tan codiciada. A la salida, me extendió
la mano. Una sensación fría, como si hubiera tocado una serpiente, me hizo
estremecer. Intenté disimular, pero aquellos pequeños ojos parecían sonreír
de mi turbación.
Pasé horas limpiando la moldura, tanto era el polvo acumulado por entre
los ornatos del artístico marco labrado.
Lo coloqué en la sala de visitas sobre una vistosa consola Luis XVI,
dibujada por Richard Lalonde, trabajada en madera dorada.
Con el pasar de los días, una alteración en la superficie del cristal me
llamó la atención. Me acerqué, pero, cosa extraña, no pude verme reflejado.
El espejo empañado apenas reproducía, sin mucha nitidez, los trazos
alterados de una fisonomía que no era la mía. ¿¡O era?!... Desesperado, quise
gritar. Pero el grito murió en mi garganta. Levanté las manos abiertas
intentando encubrir el horror de aquella escena. Asustado, me retiré de la sala. Al
alejarme, empero, una carcajada resonó en el aposento, helándome la sangre
en las arterias.
Por la noche no pude conciliar el sueño. Al amanecer, ya vencido por el
cansancio de la larga vigilia, me adormecí, acunado por terribles pesadillas.
Alarmado, salté de la cama y me dirigí al lavabo. Al mojarme el rostro con
el agua retenida en la convexidad de las manos, sentí, en ese rápido
contacto, profundos surcos en mi faz, como si, repentinamente, hubiera
envejecido, en un día, muchos años. Instintivamente, llevé las manos a la cabeza.
Los cabellos habían desaparecido. Los largos y huesudos dedos testimoniaban
la metamorfosis. No quise mirarme al espejo. Temía reencontrarme con el
pasado.
Un pasado que se hacía presente y me acechaba con lúgubres visiones. Con
dificultad bajé los escalones, agarrado del pasamanos. Al entrar a la sala
de visitas, la misma carcajada llenó el aire con el ruido de su desdén.
Frente al espejo, ahora ya límpido, se dibujaba el semblante arrugado de un
extraño que soy yo mismo.
Corte de luz
Inés Legarreta
Sentada en un sillón incómodo, sin luz eléctrica, leyendo «Los muertos» de
Joyce, pienso en usted.
Y no es que usted haya muerto como en el cuento de Joyce: no. Usted ni se
murió ni tiene graves problemas de salud ni lo desespera una pena de amor:
la separación inevitable de dos amantes y la consabida vida futura de ella,
digamos, la pasión que nunca es igual a lo que fue, bueno, ya se sabe, la
vida doméstica, no voy a abundar en tópicos remanidos, sabidos, repetidos.
Leo con una vela porque se cortó la luz. No porque me quiera hacer la
romántica o porque de pronto haya envejecido (para el marido que la mira) o
porque esté deprimida.
Y ojalá venga la luz porque me voy a quedar sin ojos. Y seguramente dejaré
de pensar en qué hace usted en este momento, si está pensando en mí o no.
Todo se reduce a eso. El paraíso, quiero decir, la nostalgia del amor. Si
alguien que alguna vez amamos se acuerda de nosotros. Y sonríe. O suspira. Y
se queda ensimismado. Se abandona. Le cuesta salir de aquella escena en
donde uno tuvo la sensación, no, uno era feliz. Me quedaría allí mucho más
tiempo del que estuve, aunque entonces decíamos toda la vida. Toda la vida
fueron algunas mañanas, ciertas tardes, determinadas noches, en realidad,
horas. Toda la vida no alcanzó, quizás, a ser un día completo.
Pero por suerte nunca ha sido necesario, como en «Los muertos» de Joyce,
que suceda una tragedia para perder el amor. Basta con cualquier cosa.
Nimiedades. Tantas. Cúmulos. Y muchas veces sin que uno se dé cuenta. Hasta que
un día, se corta la luz.
------------ pr�xima parte ------------
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