[Grupito] FW: Literatura para la tertulia, 20 Sept.
Xequina Berber
xequina en hotmail.com
Lun Sep 4 12:03:05 PDT 2006
Fiesta de Poetas
Aquella mañana de octubre, Marisa Pelufo –mi profesora de lengua y
literatura– ingresó a tercero comercial con su habitual encanto juvenil.
Entonces descubrí que no era el único que sufría esa febril atracción por
ella, y que ya no era exclusivamente mía como lo había creído hasta ese
momento. Éramos treinta y dos vándalos apiñados en un salón diseñado para
veinte, y el curso más revoltoso de la escuela. Sin embargo manteníamos una
excelente conducta durante las clases de literatura, lo que motivó
comentarios suspicaces en la sal de profesores, a tal punto que nos
compararon con los dulces y candorosos angelitos de estampitas religiosas.
Esas circunstancias me obligaron a tomar la delantera. Al día siguiente, y
para que mi propósito no se enfriara, decidí escribirle una carta a la
profe, declarándome perdidamente enamorado de ella.
Para conquistarla, y sabiendo la devoción que tenía por la poesía, busqué en
un libro que creí de Pablo Neruda, estos versos que cuidadosamente copié a
mitad de página: "Si al mecer las azules campanillas de tu balcón, crees que
suspirando pasa el viento murmurador, sabe que oculto entre las verdes hojas
suspiro yo".
Los días que siguieron fueron interminables. Con impaciencia conté cada
minuto que faltaba para la próxima clase. Hasta que por fin llegó la hora, y
contrariamente a lo que yo aspiraba, Marisa entró al aula con la soltura
juvenil de siempre, y ordenó tomar una hoja:
–Ahora voy a dictarles estas rimas de Becquer...–dijo tomando una de las
tantas hojas que acomodó sobre su escritorio.
Para mi sorpresa, vi que el papel que
tenía en sus manos era nada menos que mi carta, cuyas rimas comenzó a
recitar mientras su mirada recorría toda la clase. Mi sangre pareció
congelarse, mientras un sudor frío corría por mis costillas. "Está buscando
al atrevido que la escribió" – pensé simulando serenidad.
Cuando nuestras vistas se encontraron, mi labio superior comenzó a temblar
nerviosamente. Creo que ella se dio cuenta, pero continuó la clase como si
no hubiera pasado nada y comenzó a dictar: "Si al mecer las azules
campanillas..."
–Pero, señorita, ¿no es Neruda? – interrumpí electrizado.
–No, alumno –me respondió con toda naturalidad– es Becquer...– y tomando
otro papel prosiguió: Neruda escribió así: "Mis palabras llovieron sobre ti
acariciándote, amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado..."
Luego, ante el asombro de todos, tomó una tercera hoja y dijo:
–Machado también escribió versos tan bellos como estos: "Sentí tu mano en la
mía,
tu mano de compañera, tu voz en mi oído..."
Y después, tomando otra hoja y luego otra y otra más, prosiguió recitando a
García Lorca, Almafuerte, Quevedo, Hernández...
–Queridos alumnos –dijo finalmente– gracias por sus trabajos. Ayer fue el
día más feliz de mi vida. Gracias por comprender mi locura poética... Espero
que algún día pueda decir de alguno de ustedes: "Ese gran poeta fue alumno
mío".
El silencio de la clase fue total, sólo se oía el rumor del viento
primaveral que se filtraba por la quebradura de un vidrio; "deben ser los
poetas que están de fiesta", pensé.
José Brendan Wallace
©2001
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