[Grupito] : Tertulia el 31 de agosto de 2010
ecomujeres at aol.com
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Tue Aug 31 09:27:25 PDT 2010
Please RSVP if attending tonight.
-----Original Message-----
From: Ecomujeres en aol.com
To: grupito en lists.sonic.net
Sent: Fri, Aug 20, 2010 6:08 pm
Subject: [Grupito] : Tertulia el 31 de agosto de 2010
ENGLISH VERSION FOLLOWS SPANISH
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ANUNCIOS – EVENTOS VENIDEROS
14 de septiembre – tertulia en la casa de Barbara Waterman. Les enviaré
más información y la lectura al acercar la fecha
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Saludos:
La próxima tertulia literaria y gastronómica tendrá lugar el día 31 de
agosto (el martes) en la casa de Barbara Marsh.
Favor de enviarle un RSVP:
por correo electrónico: bjoymarsh en gmail.com o por teléfono: (510) 528-5852
842 Santa Barbara Road, Berkeley.
Directions:
>From Berkeley, you can take Shattuck, Oxford or MLK Jr. to Marin. Turn Right (east) on Marin and head up towards the hills. Turn left onto Santa Barbara, go about 200 yards, passing Indian Rock road. House is on the left (west) side of the street.
Parking is a bit hard in the neighbourhood, so be prepared to walk up to 100 yards or more.
For alternate directions, use Mapquest or Yahoo Maps.
La lectura, “Un día de estos” por Gabriel García Márquez
es atado a este mensaje en formato PDF.
Ademas, hay abajo una copia de la lectura por si acaso tengas problemas con
el documento.
Se puede encontrar una traducción aquí: http://www.classicshorts.com/stories/ootdays.html
Te rogamos que vengas preparado, habiendo leído la lectura de
antemano, y que traigas un plato y/o una bebida para compartir.
Debra Valov
ecomujeres en aol.com
ENGLISH*******************************************************
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ANNOUNCEMENTS – UPCOMING EVENTS
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September 14th – tertulia at Barbara Waterman’s house. More information to
Follow as date approaches.
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Hello!
The next tertulia will take place on August 31 (Tuesday) at 7 pm at
Barbara Marsh´s.
Please send Barbara an RSVP:
by email: bjoymarsh en gmail.com or by phone: (510) 528-5852
842 Santa Barbara Road, Berkeley.
Directions:
>From Berkeley, you can take Shattuck, Oxford or MLK Jr. to Marin. Turn Right (east) on Marin and head up towards the hills. Turn left onto Santa Barbara, go about 200 yards, passing Indian Rock road. House is on the left (west) side of the street.
Parking is a bit hard in the neighbourhood, so be prepared to walk up to 100 yards or more.
The reading, “Un día de estos” by Gabriel García Márquez
is attached as a PDF file and a copy is also pasted below this message.
An English translation can be found here:
http://www.classicshorts.com/stories/ootdays.html
Please come prepared, having already read the story, and bring a plate and/or
drink to share.
Debra Valov
ecomujeres en aol.com
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LECTURA / READING
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Un día de estos - Gabriel García Márquez
[Cuento: Texto completo]
translation: http://www.classicshorts.com/stories/ootdays.html
El lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición. Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era rígido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los sordos.
Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacia el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servía de ella.
Después de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa vecina. Siguió trabajando con la idea de que antes del almuerzo volvería a llover. La voz destemplada de su hijo de once años lo sacó de su abstracción.
-Papá.
-Qué.
-Dice el alcalde que si le sacas una muela.
-Dile que no estoy aquí.
Estaba puliendo un diente de oro. Lo retiró a la distancia del brazo y lo examinó con los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo.
-Dice que sí estás porque te está oyendo.
El dentista siguió examinando el diente. Sólo cuando lo puso en la mesa con los trabajos terminados, dijo:
-Mejor.
Volvió a operar la fresa. De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer, sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir el oro.
-Papá.
-Qué.
Aún no había cambiado de expresión.
-Dice que si no le sacas la muela te pega un tiro.
Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejó de pedalear en la fresa, la retiró del sillón y abrió por completo la gaveta inferior de la mesa. Allí estaba el revólver.
-Bueno -dijo-. Dile que venga a pegármelo.
Hizo girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde de la gaveta. El alcalde apareció en el umbral. Se había afeitado la mejilla izquierda, pero en la otra, hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días. El dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró la gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente:
-Siéntese.
-Buenos días -dijo el alcalde.
-Buenos -dijo el dentista.
Mientras hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la silla y se sintió mejor. Respiraba un olor glacial. Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, la fresa de pedal, y una vidriera con pomos de loza. Frente a la silla, una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde afirmó los talones y abrió la boca.
Don Aurelio Escovar le movió la cara hacia la luz. Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una cautelosa presión de los dedos.
-Tiene que ser sin anestesia -dijo.
-¿Por qué?
-Porque tiene un absceso.
El alcalde lo miró en los ojos.
-Está bien -dijo, y trató de sonreír. El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil. Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de vista.
Era una cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo caliente. El alcalde se aferró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista sólo movió la muñeca. Sin rencor, más bien con una amarga ternura, dijo:
-Aquí nos paga veinte muertos, teniente.
El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón. El dentista le dio un trapo limpio.
-Séquese las lágrimas -dijo.
El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio el cielorraso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos. El dentista regresó secándose las manos. “Acuéstese -dijo- y haga buches de agua de sal.” El alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar, y se dirigió a la puerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera.
-Me pasa la cuenta -dijo.
-¿A usted o al municipio?
El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica.
-Es la misma vaina.
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