[Grupito] : Tertulia el 10 de DICIEMBRE
Ecomujeres at aol.com
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Fri Nov 15 21:31:32 PST 2013
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ANUNCIOS
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Favor de contactarme si quieres ofrecer tu casa.
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Saludos:
La próxima tertulia literaria y gastronómica tendrá lugar el día 10 de
diciembre(el martes), a las 7:00 de la noche en la casa de Sarah Picker:
Favor de enviarle un RSVP a: _engslp24 en gmail.com_
(mailto:engslp24 en gmail.com)
5331 Lawton Ave, Unit B
Oakland 94618
From the intersection of Telegraph and 51st, go east on 51st (or towards
Broadway), make a left turn on Shafter (there is a light there) Make a right
turn on Clifton and make a left turn on Lawton Ave. 5331 Lawton is halfway
down the street, on the left.
La lectura, “Barco en la nieve” por Leonardo Rossiello, está adjunta en
formato PDF. Ademas, hay abajo una copia de la lectura si tienes problemas
con el PDF.
Te rogamos que vengas preparado, habiendo leído la lectura de
antemano, y que traigas un plato y/o una bebida para compartir.
Debra Valov
ecomujeres en aol.com
- ENGLISH -
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ANNOUNCEMENTS
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Please contact me if you would like to offer your place for a tertulia.
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Hello!
The next tertulia will take place on December 10th (Tuesday) at 7 pm at
Sarah Picker’s home.
Please send an RSVP to: _engslp24 en gmail.com_ (mailto:engslp24 en gmail.com)
5331 Lawton Ave, Unit B
Oakland 94618
From the intersection of Telegraph and 51st, go east on 51st (or towards
Broadway), make a left turn on Shafter (there is a light there) Make a right
turn on Clifton and make a left turn on Lawton Ave. 5331 Lawton is halfway
down the street, on the left.
The reading, ““Barco en la nieve” by Leonardo Rossiello, is attached as a
PDF file. There is also a copy of the story below in case you have
problems with the PDF.
Please come prepared, having already read the story, and bring a plate
and/or drink to share.
Debra Valov
ecomujeres en aol.com
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Grupito mailing list
Para inscribirse en, o quitar, su dirección de la lista de correo del
Grupito, visita/To join the mailing list or remove your name from the list for
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LA LECTURA/THE READING
Barco en la nieve
¿Puedes vislumbrar esa verdad intolerable para los mortales: que todo
pensamiento profundo y honrado no es sino el intrépido esfuerzo del alma para
mantener la libre independencia de su mar, mientras que los vientos más
feroces del cielo y la tierra conspiran para arrojarla contra la costa
servidora y servil?
Herman Melville (Moby Dick, XXIII)
Cuando aquella mañana fui al barco a buscar órdenes estaba lejos de
sospechar que sería la últim a vez. El día anterior la temperatura había subido y
la nieve se había derretido, pero por la noche hubo cinco grados bajo
cero; un manto de hielo cubría el muelle. La cellisca se desplomaba sobre el
puerto. La nieve asordina los ruidos hasta extremos tales que ningún sonido
parece haber en torno de nosotros. Yo caminaba con cuidado sobre el
silencio, y mientras mis oídos lloraban por él, la nevada se espesaba sobre las
grúas, los cargueros, el agua congelada. Sólo cuando empecé a divisar los
mástiles, ya sobre el espigón, fue que las nubes se abatieron hacia el suelo,
el viento y la nieve cesaron y una niebla de clara ceniza envolvió todo. Me
detuve y permanecí de pie en medio de un atroz sosiego blanco. Yo
sospechaba, tal vez sabía que estaba en algún lugar sobre el muelle, pero ninguna
referencia me orientaba. ¿Dónde estaba el arriba, el abajo? ¿Dónde el sur?
Cerré los ojos y la albura deslumbrante se transformó en palpitante
oscuridad. Sin moverme del lugar, me saqué los guantes y extendí los brazos; sentí
la crudeza de la nieve en la palma de mis manos. Me quité la gorra y el frío
me alcanzó la nuca. Estaba, pues, no de pie, sino de espaldas. Abrí los
ojos y vi un ampo compacto, sin matices. La bruma era tan espesa que no podía
verme ni las botas ni las manos. Miré el reloj largamente. Estaba detenido
en las diez y diez. Visto desde mi perspectiva las agujas formaban una V.
Quise ver en el tiempo suspendido en la blancura, en el silencio, el signo
de victoria. Cerré los ojos y viajé en el tiempo hasta un recuerdo de días
felices. Estuve no sé cuánto en aquellas vacaciones de la memoria. Cuando
regresé, abrí los ojos y aún estaba como flotando en medio del aire aneblado;
aún eran las diez y diez. ¿Qué estaba haciendo yo allí?
Los que hablan, no saben. Los que saben, no hablan. Tal había escrito el
mando. Como el mando era sabio emitía sus órdenes a través de mensajes
escritos. Eran engranajes misteriosos para el logro de metas. Estaba escrito:
"Alcanzar objetivos a fin de poner orden en el desorden". Para mi grupo, las
misivas eran expresión de designios insondables. No incumbía a mis
obligaciones entender el porqué de lo que había que hacer, ni comprender cómo lo
realizado ordenaba el caos. Sólo cumplir. Cumpliendo, me sentía seguro.
A veces, el mando dejaba en sus escritos no mandatos, sino aseveraciones.
No tenían una relación directa con las instrucciones que recibía mi grupo.
Tal vez eran para que yo reflexionara. Una vez, el mando había escrito:
"Los grupos varían con respecto al número de personas que lo componen". Esta
afirmación me hizo comprender por qué mi grupo estaba compuesto sólo por mí.
Siempre había sido así, pero no era seguro, por lo visto, que fuera de ese
modo para siempre. Si lo que estaba escrito era cierto, el número de
personas que componía mi grupo "variaba". Es decir, podía variar. Un día
podíamos ser dos. O más. El mando intercalaba las aseveraciones entre una
seguidilla de órdenes. Nunca se sabía cuándo uno iba a encontrarse con una de
aquellas sentencias. La última que había leído me impresionó: "La cantidad de
sentido común con la cual está dotada una persona, es por lo general una
cantidad fija desde el nacimiento". Esta afirmación me había hecho pensar.
Mientras durara la niebla era peligroso moverme, pero tenía que llegar
hasta el barco a buscar las órdenes —si las había— y cumplirlas. Resolví
arrastrarme en alguna dirección hasta que el piso se acabara. Entonces yo
habría llegado hasta el canto del muelle. Continuaría de esa manera
arrastrándome a lo largo del borde. Con suerte, estaría en el lado conveniente. Con más
suerte, reptaría en dirección al barco. Era, me pareció, mejor que no
hacer nada.
Pasé a ejecutar mi plan, pero casi de inmediato la niebla se disipó.
Recobré el sentido del equilibrio y la orientación. Las nubes, convencidas por
una brisa firme, se alejaron hacia el horizonte y el sol iluminó la belleza
radiante del fondeadero. Me puse de pie y miré el reloj: eran ya las diez y
veinte. El barco me miraba desde la inmovilidad de la proa y su figura
blanca fue acercándoseme paso a paso. Sólo pedía navegar. Yo veía ahora el
puente y la cubierta tapados de nieve. De las sogas de amarre, de los estayes,
de los tensores de viento y obenques colgaban estalactitas de hielo.
Caminé a lo largo de la banda de estribor, mirando la arboladura sin velas, sin
jarcias de maniobra ni gallardetes. Subí a bordo; abrí la escotilla y me
introduje en la cabina. Apenas mis ojos se acostumbraron a la oscuridad vi el
pliego que me esperaba en la mesa de navegación. Era parte de mis deberes
de rutina controlar la hora cada vez que abría un sobre con órdenes, y
controlar la hora en el momento en que quedaban cumplidas. Eran entonces las
diez y media en punto.
Las disposiciones eran forrar un cabo en descuello. Como siempre, el mando
no se había contentado con establecer el objetivo. También había señalado
los medios y el modo de lograrlo. Yo tenía que usar una maceta de forrar,
con una canaleta opuesta al mango, de modo que se adaptase bien al cabo.
Tenía que ir liando en torno a él un meollar B, con las vueltas juntas y
tirantes, pasando tres vueltas por la cuerda y una por la meceta, en sentido
contrario a la colcha. Al final, tenía que armar una gaza doble de
encapilladura, uniendo las filásticas de los chicotes de dos cabos con los firmes del
otro.
Yo tenía una noción: una sospecha de qué podrían ser las filásticas, los
chicotes y los firmes. Concluí que no era un mal comienzo, pero después de
haber releído las instrucciones me convencí de que el mando tenía una
indiscutible tendencia a sobrevalorar mi capacidad.
Después me puse a pensar, profunda y honradamente, creo, aun sabiendo que
lo que debía hacer mi grupo, lo que se suponía y se esperaba que hiciera,
no era pensar, sino pasar a la acción. Cumplir la orden. Cumplirla, aunque
para ello debiera despejar primero las incógnitas. Averiguar qué era "en
descuello", cómo era una maceta de forrar y dónde podía obtenerla, enterarme
de qué demonios eran un meollar B, una gaza doble y una encapilladura. Y
obtener un cabo en descuello.
Soy corto de pensamiento. Pensé, pero no llegué a ninguna revelación.
Tampoco a saber quién era el mando, ni por qué yo recibía y cumplía órdenes.
Uno a veces hace esfuerzos intensos, dolorosos, y no llega al objetivo. A
veces llega, pero no lo sabe. A veces, sólo avanza, y eso tal vez no esté mal.
Alcancé a pensar que aquel barco en la nieve era yo, y que mientras
estuviera fondeado, estaría seguro. Continuaría recibiendo órdenes del mando. Y
lo que era peor: cumpliéndolas. Mientras yo pensaba, mientras llegaba a esas
módicas certezas, todo en torno de mí volvió a ponerse albo, como cuando
la bruma bajó sobre el muelle. Miré el reloj: eran las diez y diez. Desde la
esfera del tiempo, alguien me saludaba con los brazos en alto.
Leonardo Rossiello, Uruguay, Suecia ©1996
_leonardo.rossiello en gmail.com_ (mailto:leonardo.rossiello en gmail.com)
Leonardo Rossiello Ramírez nació en Montevideo en 1953 y vive en Suecia
desde 1978. Es profesor de la Universidad de Uppsala, investigador y
escritor. Ha publicado hasta el momento dos novelas. Recibió el primer premio del
Ministerio de Educación y Cultura de Urugay (en categoría Inéditos) por La
mercadera, novela publicada luego por Cervantes Publishing, Sydney, 2001 y
por Torre del Vigía (Montevideo, 2004). Aimarte (Sic Editorial, Bucaramanga,
2003) fue ganadora del premio Álvaro Cepeda Samudio de novela corta. De
esta existe una edición de E.B.O. (Montevideo, 2008) con el título de
Aimarte. El globo de Garibaldi y otra italiana, con el nombre de Aimarte. Una
mongolfiera per Garibaldi (Galzerano editore, 2010).
Es autor de dos poemarios X-2000 (Litterae Tertii Millenii, Lund, 2001) y
Tankas (Yaugurú, Montevideo, 2012).
Rossiello está representado en antologías internacionales del cuento,
género del que publicado las colecciones Solos en la fuente (Vintén,
Montevideo,1990); La horrorosa tragedia de Reinaldo (Arca, Montevideo, 1993); La
sombra y su guerrero (EBO, Montevideo, 1993, primer premio Narradores de la
Banda Oriental); Incertidumbre de la proa (Graffiti, Montevideo, 1997),
también en línea en la editorial Letralia
(_ http://www.letralia.com/ed_let/proa/index.htm_
(http://www.letralia.com/ed_let/proa/index.htm) ) y Gente rara (Torre del Vigía, Montevideo, 2006).
Su cuento “Bicicletas Románticas” fue ganador en el Premio Juan Rulfo de
Radio France internacional.
http://home.cc.umanitoba.ca/~fernand4/index.html
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