[Grupito] : tertulia el 26 de julio (martes)

Ecomujeres at aol.com Ecomujeres at aol.com
Fri Jul 15 20:05:00 PDT 2011


 
ENGLISH VERSION FOLLOWS SPANISH 
************************************************************** 
ANUNCIOS – 
No tenemos programada una  tertulia para agosto. Si quieres ofrecer  
tu casa, favor de  avisarme. 
************************************************************** 
Saludos: 
La próxima tertulia  literaria y gastronómica tendrá lugar el día 26  
de julio (el martes) a  las 7:00 en la casa de Annette Oliveira. 
Ella quiere que le avises  si vas a asistir aunque está bien si decides a 
la última hora.  Favor de enviarle un RSVP por correo: 
_annetteo en earthlink.net_ (mailto:annetteo en earthlink.net)  
424 63rd  Street 
Oakland, CA 94609-1315 
510  653-7596 
DIRECTIONS: 
FROM  DOWNTOWN OAKLAND 
1.  Get onto Telegraph  Avenue and go towards Berkeley 
2. Go  right onto 63rd  Street.  There is a Thai restaurant on the  
right  hand corner. 
3. Go  about two short blocks to 424.  It  is a craftsman style shingled  
house  with “424” in brass numbers above the door and eight steps going  
up to  the front porch. 
FROM  BERKELEY 
1.  Get onto Telegraph  Avenue, going towards Oakland. 
2.  You will pass Ashby and Alcatraz  avenues. 
3.  Two short blocks after Alcatraz, turn left  after 63rd  Street. 
4. Go  about two short blocks to 424.  It  is on the left side, a craftsman 
 
style  house with unpainted shingles and with “424” in brass numbers  
above  the door and eight steps going up to the front porch. 
FROM  WALNUT CREEK 
1. Take  Route 24 to the Telegraph Avenue exit. 
2.  Make a right turn onto Telegraph  Avenue and follow directions from 
Oakland. 
FROM  SAN  FRANCISCO 
1.  Cross the Bay  Bridge and get onto  I-580. 
2.  When Highway 24 splits off from I-580, take Highway 24 towards Walnut 
Creek. 
3.  Get off at the Claremont  Avenue exit (one exit after the 51st St.  
exit). 
4. At  the bottom of the exit ramp is a traffic light.  Turn left, and you 
are now on  Claremont  Avenue (going toward the hills, away from the  bay). 
5.  Get into the left hand lane on Claremont and go to the second traffic 
light  (Colby  Avenue). 
6.  Turn left onto Colby.  There are two  left turns: a sharp left (which 
you do NOT take), and a gentle left (which you  DO take to get you onto 
Colby). 
7. Go  to 63rd  Street and turn left.  The house is about five houses from 
the  corner on the right side of the street.  It is a craftsman style house 
with unpainted shingles and with “424” in  brass numbers above the door and 
eight steps going up to the front  porch. 
La lectura,  “El ahogado más hermoso del mundo” por Gabriel García  
Márquez 
está adjunta en formato  PDF.   
Ademas, hay abajo una  copia de la lectura por si acaso tengas problemas 
con   
el  documento. 
Te rogamos que vengas  preparado, habiendo leído la lectura de 
antemano, y que traigas  un plato y/o una bebida para compartir. 
Debra  Valov 
ecomujeres en aol.com 
ENGLISH******************************************************* 
************************************************************** 
ANNOUNCEMENTS – 
We  don´t have the next tertulia scheduled yet for August. If you are 
interested in  offering your house please let me know. 
************* 
*************************************************************** 
Hello! 
The  next tertulia will take place on July 26th (Tuesday) at 7 pm at  
Annette Oliveira’s. 
Annette would like to know if you are coming, so please  
email  her your RSVP at: _annetteo en earthlink.net_ 
(mailto:annetteo en earthlink.net)  
However, she adds that it’s not a problem if you decide at  the last minute 
to come. 
424 63rd  Street                                                 
Oakland,  CA 94609-1315      
510  653-7596 
(Directions: see Spanish section above for directions in English) 
The  reading, “El ahogado más hermoso del mundo” by Gabriel García Márquez 
 is attached as a PDF file and a copy  is also pasted below this message. 
Please come prepared, having already read the story, and  bring a plate 
and/or 
drink  to share. 
Debra  Valov 
ecomujeres en aol.com 
****************************************************************************
* 
Grupito mailing list 
Para inscribirse en la  lista de correo del Grupito, visita/ 
To  subscribe to the Grupito’s mailing list, visit:  
http://lists.sonic.net/mailman/listinfo/grupito 
****************************************************************************
* 
LECTURA /  READING 
****************************************************************************
* 
Gabriel  García Márquez
(Aracata,  Colombia 1928—)

El  ahogado mas hermoso del mundo


Los primeros niños que vieron el  promontorio oscuro y sigiloso que se 
acercaba por el mar, se hicieron la ilusión  de que era un barco enemigo. 
Después vieron que no llevaba banderas ni  arboladura, y pensaron que fuera una 
ballena. Pero cuando quedó varado en la  playa le quitaron los matorrales de 
sargazos, los filamentos de medusas y los  restos de cardúmenes y naufragios 
que llevaba encima, y sólo entonces  descubrieron que era un  ahogado.
Habían jugado  con él toda la tarde, enterrándolo y desenterrándolo en la 
arena, cuando alguien  los vio por casualidad y dio la voz de alarma en el 
pueblo. Los hombres que lo  cargaron hasta la casa más próxima notaron que 
pesaba más que todos los muertos  conocidos, casi tanto como un caballo, y se 
dijeron que tal vez había estado  demasiado tiempo a la deriva y el agua se 
le había metido dentro de los huesos.  Cuando lo tendieron en el suelo vieron 
que había sido mucho más grande que todos  los hombres, pues apenas si 
cabía en la casa, pero pensaron que tal vez la  facultad de seguir creciendo 
después de la muerte estaba en la naturaleza de  ciertos ahogados. Tenía el 
olor del mar, y sólo la forma permitía suponer que  era el cadáver de un ser 
humano, porque su piel estaba revestida de una coraza  de rémora y de lodo.
No  tuvieron que limpiarle la cara para saber que era un muerto ajeno. El 
pueblo  tenía apenas unas veinte casas de tablas, con patios de piedras sin 
flores,  desperdigadas en el extremo de un cabo desértico. La tierra era tan 
escasa, que  las madres andaban siempre con el temor de que el viento se 
llevara a los niños,  y a los muertos que les iban causando los años tenían que 
tirarlos en los  acantilados. Pero el mar era manso y pródigo, y todos los 
hombres cabían en  siete botes. Así que cuando se encontraron el ahogado les 
bastó con mirarse los  unos a los otros para darse cuenta de que estaban  
completos.
Aquella  noche no salieron a trabajar en el mar. Mientras los hombres 
averiguaban si no  faltaba alguien en los pueblos vecinos, las mujeres se 
quedaron cuidando al  ahogado. Le quitaron el lodo con tapones de esparto, le 
desenredaron del cabello  los abrojos submarinos y le rasparon la rémora con 
fierros de desescamar  pescados. A medida que lo hacían, notaron que su 
vegetación era de océanos  remotos y de aguas profundas, y que sus ropas estaban en 
piltrafas, como si  hubiera navegado por entre laberintos de corales. 
Notaron también que  sobrellevaba la muerte con altivez, pues no tenía el 
semblante solitario de los  otros ahogados del mar, ni tampoco la catadura sórdida y 
menesterosa de los  ahogados fluviales. Pero solamente cuando acabaron de 
limpiarlo tuvieron  conciencia de la clase de hombre que era, y entonces se 
quedaron sin aliento. No  sólo era el más alto, el más fuerte, el más viril y 
el mejor armado que habían  visto jamás, sino que todavía cuando lo estaban 
viendo no les cabía en la  imaginación.
No  encontraron en el pueblo una cama bastante grande para tenderlo ni una 
mesa  bastante sólida para velarlo. No le vinieron los pantalones de fiesta 
de los  hombres más altos, ni las camisas dominicales de los más 
corpulentos, ni los  zapatos del mejor plantado. Fascinadas por su desproporción y su 
hermosura, las  mujeres decidieron entonces hacerle unos pantalones con un 
pedazo de vela  cangreja, y una camisa de bramante de novia, para que pudiera 
continuar su  muerte con dignidad. Mientras cosían sentadas en círculo, 
contemplando el  cadáver entre puntada y puntada, les parecía que el viento no 
había sido nunca  tan tenaz ni el Caribe había estado nunca tan ansioso como 
aquella noche, y  suponían que esos cambios tenían algo que ver con el 
muerto. Pensaban que si  aquel hombre magnífico hubiera vivido en el pueblo, su 
casa habría tenido las  puertas más anchas, el techo más alto y el piso más 
firme, y el bastidor de su  cama habría sido de cuadernas maestras con pernos 
de hierro, y su mujer habría  sido la más feliz. Pensaban que habría tenido 
tanta autoridad que hubiera sacado  los peces del mar con sólo llamarlos 
por sus nombres, y habría puesto tanto  empeño en el trabajo que hubiera hecho 
brotar manantiales de entre las piedras  más áridas y hubiera podido 
sembrar flores en los acantilados. Lo compararon en  secreto con sus propios 
hombres, pensando que no serían capaces de hacer en toda  una vida lo que aquél 
era capaz de hacer en una noche, y terminaron por  repudiarlos en el fondo de 
sus corazones como los seres más escuálidos y  mezquinos de la tierra. 
Andaban extraviadas por esos dédalos de fantasía, cuando  la más vieja de las 
mujeres, que por ser la más vieja había contemplado al  ahogado con menos 
pasión que compasión,  suspiró:
—Tiene cara de  llamarse Esteban.
Era  verdad. A la mayoría le bastó con mirarlo otra vez para comprender que 
no podía  tener otro nombre. Las más porfiadas, que eran las más jóvenes, 
se mantuvieron  con la ilusión de que al ponerle la ropa, tendido entre 
flores y con unos  zapatos de charol, pudiera llamarse Lautaro. Pero fue una 
ilusión vana. El  lienzo resultó escaso, los pantalones mal cortados y peor 
cosidos le quedaron  estrechos, y las fuerzas ocultas de su corazón hacían 
saltar los botones de la  camisa. Después de la media noche se adelgazaron los 
silbidos del viento y el  mar cayó en el sopor del miércoles. El silencio 
acabó con las últimas dudas: era  Esteban. Las mujeres que lo habían vestido, 
las que lo habían peinado, las que  le habían cortado las uñas y raspado la 
barba no pudieron reprimir un  estremecimiento de compasión cuando tuvieron 
que resignarse a dejarlo tirado por  los suelos. Fue entonces cuando 
comprendieron cuánto debió haber sido de infeliz  con aquel cuerpo descomunal, si 
hasta después de muerto le estorbaba. Lo vieron  condenado en vida a pasar de 
medio lado por las puertas, a descalabrarse con los  travesaños, a permanecer 
de pie en las visitas sin saber qué hacer con sus  tiernas y rosadas manos 
de buey de mar, mientras la dueña de casa buscaba la  silla más resistente y 
le suplicaba muerta de miedo siéntese aquí Esteban,  hágame el favor, y él 
recostado contra las paredes, sonriendo, no se preocupe  señora, así estoy 
bien, con los talones en carne viva y las espaldas escaldadas  de tanto 
repetir lo mismo en todas las visitas, no se preocupe señora, así estoy  bien, 
sólo para no pasar vergüenza de desbaratar la silla, y acaso sin haber  sabido 
nunca que quienes le decían no te vayas Esteban, espérate siquiera hasta  
que hierva el café, eran los mismos que después susurraban ya se fue el bobo  
grande, qué bueno, ya se fue el tonto hermoso. Esto pensaban las mujeres 
frente  al cadáver un poco antes del amanecer. Más tarde, cuando le taparon la 
cara con  un pañuelo para que no le molestara la luz, lo vieron tan muerto 
para siempre,  tan indefenso, tan parecido a sus hombres, que se les 
abrieron las primeras  grietas de lágrimas en el corazón. Fue una de las más 
jóvenes la que empezó a  sollozar. Las otras, asentándose entre sí, pasaron de los 
suspiros a los  lamentos, y mientras más sollozaban más deseos sentían de 
llorar, porque el  ahogado se les iba volviendo cada vez más Esteban, hasta 
que lo lloraron tanto  que fue el hombre más desvalido de la tierra, el más 
manso y el más servicial,  el pobre Esteban. Así que cuando los hombres 
volvieron con la noticia de que el  ahogado no era tampoco de los pueblos 
vecinos, ellas sintieron un vacío de  júbilo entre las  lágrimas.
—¡Bendito sea  Dios —suspiraron—: es  nuestro!
Los hombres  creyeron que aquellos aspavientos no eran más que frivolidades 
de mujer.  Cansados de las tortuosas averiguaciones de la noche, lo único 
que querían era  quitarse de una vez el estorbo del intruso antes de que 
prendiera el sol bravo  de aquel día árido y sin viento. Improvisaron unas 
angarillas con restos de  trinquetes y botavaras, y las amarraron con carlingas 
de altura, para que  resistieran el peso del cuerpo hasta los acantilados. 
Quisieron encadenarle a  los tobillos un ancla de buque mercante para que 
fondeara sin tropiezos en los  mares más profundos donde los peces son ciegos y 
los buzos se mueren de  nostalgia, de manera que las malas corrientes no 
fueran a devolverlo a la  orilla, como había sucedido con otros cuerpos. Pero 
mientras más se apresuraban,  más cosas se les ocurrían a las mujeres para 
perder el tiempo. Andaban como  gallinas asustadas picoteando amuletos de mar 
en los arcones, unas estorbando  aquí porque querían ponerle al ahogado los 
escapularios del buen viento, otras  estorbando allá para abrocharse una 
pulsera de orientación, y al cabo de tanto  quítate de ahí mujer, ponte donde 
no estorbes, mira que casi me haces caer sobre  el difunto, a los hombres se 
les subieron al hígado las suspicacias y empezaron  a rezongar que con qué 
objeto tanta ferretería de altar mayor para un forastero,  si por muchos 
estoperoles y calderetas que llevara encima se lo iban a masticar  los 
tiburones, pero ellas seguían tricotando sus reliquias de pacotilla,  llevando y 
trayendo, tropezando, mientras se les iba en suspiros lo que no se  les iba en 
lágrimas, así que los hombres terminaron por despotricar que de  cuándo acá 
semejante alboroto por un muerto al garete, un ahogado de nadie, un  fiambre 
de mierda. Una de las mujeres, mortificada por tanta insolencia, le  quitó 
entonces al cadáver el pañuelo de la cara, y también los hombres se  quedaron 
sin  aliento.
Era Esteban.  No hubo que repetirlo para que lo reconocieran. Si les 
hubieran dicho Sir Walter  Raleigh, quizás, hasta ellos se habrían impresionado 
con su acento de gringo,  con su guacamayo en el hombro, con su arcabuz de 
matar caníbales, pero Esteban  solamente podía ser uno en el mundo, y allí 
estaba tirado como un sábalo, sin  botines, con unos pantalones de sietemesino y 
esas uñas rocallosas que sólo  podían cortarse a cuchillo. Bastó con que le 
quitaran el pañuelo de la cara para  darse cuenta de que estaba 
avergonzado, de que no tenía la culpa de ser tan  grande, ni tan pesado ni tan hermoso, 
y si hubiera sabido que aquello iba a  suceder habría buscado un lugar más 
discreto para ahogarse, en serio, me hubiera  amarrado yo mismo un áncora de 
galón en el cuello y hubiera trastabillado como  quien no quiere la cosa en 
los acantilados, para no andar ahora estorbando con  este muerto de 
miércoles, como ustedes dicen, para no molestar a nadie con esta  porquería de 
fiambre que no tiene nada que ver conmigo. Había tanta verdad en su  modo de 
estar, que hasta los hombres más suspicaces, los que sentían amargas las  
minuciosas noches del mar temiendo que sus mujeres se cansaran de soñar con  
ellos para soñar con los ahogados, hasta ésos, y otros más duros, se  
estremecieron en los tuétanos con la sinceridad de  Esteban.
Fue así como  le hicieron los funerales más espléndidos que podían 
concebirse para un ahogado  expósito. Algunas mujeres que habían ido a buscar flores 
en los pueblos vecinos  regresaron con otras que no creían lo que les 
contaban, y éstas se fueron por  más flores cuando vieron al muerto, y llevaron 
más y más, hasta que hubo tantas  flores y tanta gente que apenas si se podía 
caminar. A última hora les dolió  devolverlo huérfano a las aguas, y le 
eligieron un padre y una madre entre los  mejores, y otros se le hicieron 
hermanos, tíos y primos, así que a través de él  todos los habitantes del pueblo 
terminaron por ser parientes entre sí. Algunos  marineros que oyeron el 
llanto a distancia perdieron la certeza del rumbo, y se  supo de uno que se hizo 
amarrar al palo mayor, recordando antiguas fábulas de  sirenas. Mientras se 
disputaban el privilegio de llevarlo en hombros por la  pendiente escarpada 
de los acantilados, hombres y mujeres tuvieron conciencia  por primera vez 
de la desolación de sus calles, la aridez de sus patios, la  estrechez de 
sus sueños, frente al esplendor y la hermosura de su ahogado. Lo  soltaron sin 
ancla, para que volviera si quería, y cuando lo quisiera, y todos  
retuvieron el aliento durante la fracción de siglos que demoró la caída del  cuerpo 
hasta el abismo. No tuvieron necesidad de mirarse los unos a los otros  para 
darse cuenta de que ya no estaban completos, ni volverían a estarlo jamás.  
Pero también sabían que todo sería diferente desde entonces, que sus casas 
iban  a tener las puertas más anchas, los techos más altos, los pisos más 
firmes, para  que el recuerdo de Esteban pudiera andar por todas partes sin 
tropezar con los  travesaños, y que nadie se atreviera a susurrar en el futuro 
ya murió el bobo  grande, qué lástima, ya murió el tonto hermoso, porque 
ellos iban a pintar las  fachadas de colores alegres para eternizar la memoria 
de Esteban, y se iban a  romper el espinazo excavando manantiales en las 
piedras y sembrando flores en  los acantilados, para que los amaneceres de los 
años venturos los pasajeros de  los grandes barcos despertaran sofocados 
por un olor de jardines en altamar, y  el capitán tuviera que bajar de su 
alcázar con su uniforme de gala, con su  astrolabio, su estrella polar y su 
ristra de medallas de guerra, y señalando el  promontorio de rosas en el 
horizonte del Caribe dijera en catorce idiomas: miren  allá, donde el viento es 
ahora tan manso que se queda a dormir debajo de las  camas, allá, donde el sol 
brilla tanto que no saben hacia dónde girar los  girasoles, sí, allá, es el 
pueblo de Esteban.

_http://www.literatura.us/garciamarquez/ahogado.html_ 
(http://www.literatura.us/garciamarquez/ahogado.html)  
------------ pr�xima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: <http://lists.sonic.net/pipermail/grupito/attachments/20110715/afa8f7b6/attachment.html>


More information about the Grupito mailing list