[Grupito] : tertulia el 20 de septiembre (martes)

Ecomujeres at aol.com Ecomujeres at aol.com
Tue Sep 13 16:38:27 PDT 2011


 
-  ENGLISH VERSION FOLLOWS SPANISH - 
****************************************************************************
* 
ANUNCIOS 
***************   
4 de octubre – ¿hay  alguien que quiera ofrecer su casa? Favor de  av
isarme. 
Aviso: Pacífica y yo  saldremos a Baja California el 4 de octubre, pero 
seguiré organizando las  tertulias. 
18 de octubre – Xequina  ha ofrecido su casa.  Información a  continuación. 
************************************************************** 
Saludos: 
La próxima tertulia  literaria y gastronómica tendrá lugar el día 20 de 
septiembre (el martes), a las  7:00 de la noche en la casa de Ana Polt: 
33 Bowling Dr., Oakland  94618 
(510)  547-0996 
El RSVP a Ana es  obligatorio: _b-p en consultant.com_ 
(mailto:b-p en consultant.com)  
Para llegar a Bowling  Dr.: 
1. College Ave.  north, past BART, left on Manila. Cross Broadway and  bear 
right onto Monroe. 
Monroe ends at Broadway Terr. [Broadway  Terrace] 
Left  on Broadway Terr. 
Very  shortly thereafter, left uphill on Country Club Dr. 
Third  right is Bowling.  
#33  is on the right. California Spanish style; large Atlas cedar in  
front. 
Or 2.  From downtown OaklandÑ Broadway north past Rockridge shopping center 
to Broadway  Terr., past College of the Arts. 
Right  on Broadway Terr. (Union 76  station). 
Left  uphill on Country Club  Dr. 
Third  right is Bowling.  
#33  is on the right. California Spanish style; large Atlas cedar in  
front. 
Or 3.  From Berkeley: Shattuck ,or Telegraph, or  Claremont to  51st  St. 
Left  on Broadway. Continue as above. 
Or 4  From Warren  freeway (13) to Broadway Terrace exit.   
Left  on Broadway Terr., uphill and down, past Village Market on left. 
Right  on Glenbrook. 
Second left is Bowling. 
#33  is on the right. California Spanish style; large Atlas cedar in  
front. 
La lectura, La abeja haragana por Horacio Quiroga, está adjunta en formato  
PDF. 
Ademas, hay abajo una  copia de la lectura si tienes problemas con el PDF. 
Te rogamos que vengas  preparado, habiendo leído la lectura de 
antemano, y que traigas  un plato y/o una bebida para compartir. 
Debra  Valov 
www.lasecomujeres.org 
-  ENGLISH - 
************************************************************** 
ANNOUNCEMENTS 
************* 
October 4 – Anyone want to offer their house?  Please let me know. 
Aviso: Pacifica and I will be leaving for Baja around  October 4th, but 
I´ll continue to organize the tertulias. 
October 18 – Xequina has offered her house.  Information to follow. 
*************************************************************** 
Hello! 
The  next tertulia will take place on Sept. 20 (Tuesday) at 7 pm at  
Ana  Polt’s house. 
33 Bowling Dr., Oakland 94618 
(510)  547-0996 
A  RSVP is required: _b-p en consultant.com_ (mailto:b-p en consultant.com)  
Para llegar a Bowling  Dr.: 
1. College Ave.  north, past BART, left on Manila. Cross Broadway and  bear 
right onto Monroe. 
Monroe ends at Broadway Terr. [Broadway  Terrace] 
Left  on Broadway Terr. 
Very  shortly thereafter, left uphill on Country Club Dr. 
Third  right is Bowling.  
#33  is on the right. California Spanish style; large Atlas cedar in  
front. 
Or 2.  From downtown OaklandÑ Broadway north past Rockridge shopping center 
to Broadway  Terr., past College of the Arts. 
Right  on Broadway Terr. (Union 76  station). 
Left  uphill on Country Club  Dr. 
Third  right is Bowling.  
#33  is on the right. California Spanish style; large Atlas cedar in  
front. 
Or 3.  From Berkeley: Shattuck ,or Telegraph, or  Claremont to  51st  St. 
Left  on Broadway. Continue as above. 
Or 4  From Warren  freeway (13) to Broadway Terrace exit.   
Left  on Broadway Terr., uphill and down, past Village Market on left. 
Right  on Glenbrook. 
Second left is Bowling. 
#33  is on the right. California Spanish style; large Atlas cedar in  
front. 
The  reading, "La abeja haragana"  by Horacio Quiroga, is attached as a PDF 
 file. 
There  is also a copy of the story below in case you have problems with the 
PDF.  
Please come prepared, having already read the story, and  bring a plate  

and/or drink to share. 
Debra  Valov 
www.lasecomujeres.org 
****************************************************************************
* 
Grupito mailing  list 
Para inscribirse en la  lista de correo del Grupito, visita: 
To  join the mailing list for El Grupito, go to:  
http://lists.sonic.net/mailman/listinfo/grupito 
****************************************************************************
* 
LECTURA/READING 
****************************************************************************
* 
Cuentos  de la selva
 
La abeja  haragana 
de  Horacio Quiroga 
_http://es.wikisource.org/wiki/La_abeja_haragana_ 
(http://es.wikisource.org/wiki/La_abeja_haragana)  
Había  una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar, es decir, 
recorría los  árboles uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en 
vez de conservarlo  para convertirlo en miel, se lo tomaba del todo. 
Era,  pues, una abeja haragana. Todas las mañanas apenas el sol calentaba 
el aire, la  abejita se asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía 
buen tiempo, se  peinaba con las patas, como hacen las moscas, y echaba 
entonces a volar, muy  contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en 
flor, entraba en la  colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día 
mientras las otras  abejas se mataban trabajando para llenar la colmena de 
miel, porque la miel es  el alimento de las abejas recién nacidas. 
Como las  abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder 
de la hermana  haragana. En la puerta de las colmenas hay siempre unas 
cuantas abejas que están  de guardia para cuidar que no entren bichos en la 
colmena. Estas abejas suelen  ser muy viejas, con gran experiencia de la vida y 
tienen el lomo pelado porque  han perdido todos los pelos al rozar contra la 
puerta de la  colmena. 
Un día,  pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar,  
diciéndole: 
—Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las  abejas debemos 
trabajar. 
La  abejita contestó: 
—Yo ando  todo el día volando, y me canso mucho. 
—No es  cuestión de que te canses mucho —respondieron—, sino de que 
trabajes un poco. Es  la primera advertencia que te hacemos. 
Y  diciendo así la dejaron pasar. 
Pero la  abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente 
las abejas que  estaban de guardia le dijeron: 
—Hay que  trabajar, hermana. 
Y ella  respondió en seguida: 
— ¡Uno  de estos días lo voy a hacer! 
—No es  cuestión de que lo hagas uno de estos días —le respondieron—, sino 
mañana mismo.  Acuérdate de esto. Y la dejaron pasar. 
Al  anochecer siguiente se repitió la misma cosa. Antes de que le dijeran 
nada, la  abejita exclamó: 
— ¡Si,  sí, hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que he  prometido! 
—No es  cuestión de que te acuerdes de lo prometido —le respondieron—, 
sino de que  trabajes. Hoy es diecinueve de abril. Pues bien: trata de que 
mañana veinte,  hayas traído una gota siquiera de miel. Y ahora,  pasa. 
Y  diciendo esto, se apartaron para dejarla entrar. 
Pero el  veinte de abril pasó en vano como todos los demás. Con la 
diferencia de que al  caer el sol el tiempo se descompuso y comenzó a soplar un 
viento  frío. 
La  abejita haragana voló apresurada hacia su colmena, pensando en lo 
calentito que  estaría allá adentro. Pero cuando quiso entrar, las abejas que 
estaban de  guardia se lo impidieron. 
— ¡No se  entra! —le dijeron fríamente. 
— ¡Yo  quiero entrar! —clamó la abejita—. Esta es mi  colmena. 
—Esta es  la colmena de unas pobres abejas trabajadoras le contestaron las 
otras—. No hay  entrada para las haraganas. 
—  ¡Mañana sin falta voy a trabajar! —insistió la  abejita. 
—No hay  mañana para las que no trabajan— respondieron las abejas, que 
saben mucha  filosofía. 
Y  diciendo esto la empujaron afuera. 
La  abejita, sin saber qué hacer, voló un rato aún; pero ya la noche caía y 
se veía  apenas. Quiso cogerse de una hoja, y cayó al suelo. Tenía el 
cuerpo entumecido  por el aire frío, y no podía volar más. 
Arrastrándose entonces por el suelo, trepando y bajando de  los palitos y 
piedritas, que le parecían montañas, llegó a la puerta de la  colmena, a 
tiempo que comenzaban a caer frías gotas de  lluvia. 
— ¡Ay,  mi Dios! —clamó la desamparada—. Va a llover, y me voy a morir de 
frío. Y tentó  entrar en la colmena. 
Pero de  nuevo le cerraron el paso. 
—  ¡Perdón! —gimió la abeja—. ¡Déjenme entrar! 
—Ya es  tarde —le respondieron. 
— ¡Por  favor, hermanas! ¡Tengo sueño! 
—Es más  tarde aún. 
—  ¡Compañeras, por piedad! ¡Tengo frío! 
—Imposible. 
— ¡Por  última vez! ¡Me voy a morir! Entonces le dijeron: 
—No, no  morirás. Aprenderás en una sola noche lo que es el descanso ganado 
con el  trabajo. Vete. 
Y la  echaron. 
Entonces, temblando de frío, con las alas mojadas y  tropezando, la abeja 
se arrastró, se arrastró hasta que de pronto rodó por un  agujero; cayó 
rodando, mejor dicho, al fondo de una  caverna. 
Creyó  que no iba a concluir nunca de bajar. Al fin llegó al fondo, y se 
halló  bruscamente ante una víbora, una culebra verde de lomo color ladrillo, 
que la  miraba enroscada y presta a lanzarse sobre ella. 
En  verdad, aquella caverna era el hueco de un árbol que habían 
trasplantado hacia  tiempo, y que la culebra había elegido de guarida. 
Las  culebras comen abejas, que les gustan mucho. Por eso la abejita, al 
encontrarse  ante su enemiga, murmuró cerrando los ojos: 
— ¡Adiós  mi vida! Esta es la última hora que yo veo la luz. 
Pero con  gran sorpresa suya, la culebra no solamente no la devoró sino que 
le dijo: —  ¿qué tal, abejita? No has de ser muy trabajadora para estar 
aquí a estas  horas. 
—Es  cierto —murmuró la abeja—. No trabajo, y yo tengo la  culpa. 
—Siendo  así —agregó la culebra, burlona—, voy a quitar del mundo a un mal 
bicho como tú.  Te voy a comer, abeja. 
La  abeja, temblando, exclamo entonces: — ¡No es justo eso, no es justo! No 
es justo  que usted me coma porque es más fuerte que yo. Los hombres saben 
lo que es  justicia. 
— ¡Ah,  ah! —exclamó la culebra, enroscándose ligero —. ¿Tú crees que los 
hombres que  les quitan la miel a ustedes son más justos, grandísima  tonta? 
—No, no  es por eso que nos quitan la miel —respondió la  abeja. 
— ¿Y por  qué, entonces? 
—Porque  son más inteligentes. 
Así dijo  la abejita. Pero la culebra se echó a reír,  exclamando: 
—  ¡Bueno! Con justicia o sin ella, te voy a comer,  apróntate. 
Y se  echó atrás, para lanzarse sobre la abeja. Pero ésta  exclamó: 
—Usted  hace eso porque es menos inteligente que yo. 
— ¿Yo  menos inteligente que tú, mocosa? —se rió la  culebra. 
—Así es  —afirmó la abeja. 
—Pues  bien —dijo la culebra—, vamos a verlo. Vamos a hacer dos pruebas. 
La que haga la  prueba más rara, ésa gana. Si gano yo, te como. 
— ¿Y si  gano yo? —preguntó la abejita. 
—Si  ganas tú —repuso su enemiga—, tienes el derecho de pasar la noche 
aquí, hasta  que sea de día. ¿Te conviene? 
—Aceptado —contestó la abeja. 
La  culebra se echó a reír de nuevo, porque se le había ocurrido una cosa 
que jamás  podría hacer una abeja. Y he aquí lo que hizo: 
Salió un  instante afuera, tan velozmente que la abeja no tuvo tiempo de 
nada. Y volvió  trayendo una cápsula de semillas de eucalipto, de un eucalipto 
que estaba al  lado de la colmena y que le daba sombra. 
Los  muchachos hacen bailar como trompos esas cápsulas, y les llaman 
trompitos de  eucalipto. 
—Esto es  lo que voy a hacer —dijo la culebra—. ¡Fíjate bien,  atención! 
Y  arrollando vivamente la cola alrededor del trompito como un piolín la  
desenvolvió a toda velocidad, con tanta rapidez que el trompito quedó 
bailando y  zumbando como un loco. 
La  culebra se reía, y con mucha razón, porque jamás una abeja ha hecho ni 
podrá  hacer bailar a un trompito. Pero cuando el trompito, que se había 
quedado  dormido zumbando, como les pasa a los trompos de naranjo, cayó por fin 
al suelo,  la abeja dijo: 
—Esa  prueba es muy linda, y yo nunca podré hacer eso. 
—Entonces, te como —exclamó la  culebra. 
— ¡Un  momento! Yo no puedo hacer eso: pero hago una cosa que nadie  hace. 
— ¿Qué  es eso? 
—Desaparecer. 
— ¿Cómo?  —exclamó la culebra, dando un salto de sorpresa—. ¿Desaparecer 
sin salir de  aquí? 
—Sin  salir de aquí. 
— ¿Y sin  esconderte en la tierra? 
—Sin  esconderme en la tierra. 
—Pues  bien, ¡hazlo! Y si no lo haces, te como en seguida — dijo la  
culebra. 
El caso  es que mientras el trompito bailaba, la abeja había tenido tiempo 
de examinar la  caverna y había visto una plantita que crecía allí. Era un 
arbustillo, casi un  yuyito, con grandes hojas del tamaño de una moneda de 
dos  centavos. 
La abeja  se arrimó a la plantita, teniendo cuidado de no tocarla, y dijo  
así: 
—Ahora  me toca a mi, señora culebra. Me va a hacer el favor de darse 
vuelta, y contar  hasta tres. Cuando diga "tres", búsqueme por todas partes, ¡ya 
no estaré  más! 
Y así  pasó, en efecto. La culebra dijo rápidamente:"uno..., dos..., tres", 
y se volvió  y abrió la boca cuan grande era, de sorpresa: allí no había 
nadie. Miró arriba,  abajo, a todos lados, recorrió los rincones, la plantita, 
tanteó todo con la  lengua. Inútil: la abeja había desaparecido. 
La  culebra comprendió entonces que si su prueba del trompito era muy 
buena, la  prueba de la abeja era simplemente extraordinaria. ¿Qué se había 
hecho?, ¿dónde  estaba? 
No había  modo de hallarla. 
—  ¡Bueno! —exclamó por fin—. Me doy por vencida. ¿Dónde  estás? 
Una voz  que apenas se oía —la voz de la abejita— salió del medio de la  
cueva. 
— ¿No me  vas a hacer nada? —dijo la voz—. ¿Puedo contar con tu  
juramento? 
—Sí  —respondió la culebra—. Te lo juro. ¿Dónde estás? 
—Aquí  —respondió la abejita, apareciendo súbitamente de entre una hoja 
cerrada de la  plantita. 
¿Qué  había pasado? Una cosa muy sencilla: la plantita en cuestión era una 
sensitiva,  muy común también aquí en Buenos Aires, y que tiene la 
particularidad de que sus  hojas se cierran al menor contacto. Solamente que esta 
aventura pasaba en  Misiones, donde la vegetación es muy rica, y por lo tanto 
muy grandes las hojas  de las sensitivas. De aquí que al contacto de la 
abeja, las hojas se cerraran,  ocultando completamente al insecto. 
La  inteligencia de la culebra no había alcanzado nunca a darse cuenta de 
este  fenómeno; pero la abeja lo había observado, y se aprovechaba de él para 
salvar  su vida. 
La  culebra no dijo nada, pero quedó muy irritada con su derrota, tanto que 
la abeja  pasó toda la noche recordando a su enemiga la promesa que había 
hecho de  respetarla. 
Fue una  noche larga, interminable, que las dos pasaron arrimadas contra la 
pared más  alta de la caverna, porque la tormenta se había desencadenado, y 
el agua entraba  como un río adentro. 
Hacía  mucho frío, además, y adentro reinaba la oscuridad más completa. De 
cuando en  cuando la culebra sentía impulsos de lanzarse sobre la abeja, y 
ésta creía  entonces llegado el término de su vida. 
Nunca,  jamás, creyó la abejita que una noche podría ser tan fría, tan 
larga, tan  horrible. Recordaba su vida anterior, durmiendo noche tras noche en 
la colmena,  bien calentita, y lloraba entonces en silencio. 
Cuando  llegó el día, y salió el sol, porque el tiempo se había compuesto, 
la abejita  voló y lloró otra vez en silencio ante la puerta de la colmena 
hecha por el  esfuerzo de la familia. Las abejas de guardia la dejaron pasar 
sin decirle nada,  porque comprendieron que la que volvía no era la 
paseandera haragana, sino una  abeja que había hecho en sólo una noche un duro 
aprendizaje de la  vida. 
Así fue,  en efecto. En adelante, ninguna como ella recogió tanto polen ni 
fabricó tanta  miel. Y cuando el otoño llegó, y llegó también el término de 
sus días, tuvo aún  tiempo de dar una última lección antes de morir a las 
jóvenes abejas que la  rodeaban: 
—No es  nuestra inteligencia, sino nuestro trabajo quien nos hace tan 
fuertes. Yo usé  una sola vez de mi inteligencia, y fue para salvar mi vida. No 
habría necesitado  de ese esfuerzo, sí hubiera trabajado como todas. Me he 
cansado tanto volando de  aquí para allá, como trabajando. Lo que me faltaba 
era la noción del deber, que  adquirí aquella noche. Trabajen, compañeras, 
pensando que el fin a que tienden  nuestros esfuerzos —la felicidad de todos— 
es muy superior a la fatiga de cada  uno. A esto los hombres llaman ideal, 
y tienen razón. No hay otra filosofía en  la vida de un hombre y de una 
abeja. 
------------ pr�xima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: <http://lists.sonic.net/pipermail/grupito/attachments/20110913/115b38a7/attachment.html>
------------ pr�xima parte ------------
A non-text attachment was scrubbed...
Name: no disponible
Type: application/pdf
Size: 22480 bytes
Desc: no disponible
URL: <http://lists.sonic.net/pipermail/grupito/attachments/20110913/115b38a7/attachment.pdf>


More information about the Grupito mailing list