[Grupito] : tertulia el 24 de septiembre

Ecomujeres at aol.com Ecomujeres at aol.com
Thu Sep 12 10:06:05 PDT 2013


 
- ENGLISH VERSION FOLLOWS  SPANISH - 
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ANUNCIOS 
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Creo que  ya tenemos otra tertulia programada para el 8 de octubre en la 
casa de Ana  Gomes.  Más información a  continuación. 
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Saludos: 
La  próxima tertulia literaria y gastronómica tendrá lugar el día 24 de 
septiembre (el martes), a las 7:00 de la noche en la casa  de Xequina: 
Ella  quiere limitar el número de participantes a 14. Por eso, el RSVP es 
obligatorio:  _xequina en yahoo.com_ (mailto:xequina en yahoo.com)  o por teléfono 
510 536-6421.  Después de recibir  tu RSVP, ella te enviará su dirección. 
Además,  ella dice que va a preparar un postre especial para todos.   
La lectura, dos  cuentitos: “La fragilidad de los cangrejos” por Patricia 
Iriarte y “Fiesta de Poetas”  por José Brendan Wallace está adjunta en 
formato PDF.  Ademas, hay abajo una copia de la lectura si tienes problemas con 
el  PDF. 
Te  rogamos que vengas preparado, habiendo leído la lectura  de 
antemano, y que traigas un plato y/o una bebida para  compartir. 
Debra  Valov 
ecomujeres en aol.com 
- ENGLISH  - 
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ANNOUNCEMENTS 
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I think we already have another  tertulia planned for October 8th at Ana 
Gomes. More information and  story to follow.   
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Hello! 
The next tertulia will take  place on September 24th (Tuesday) at 7 pm at 
Xequina’s  house. 
She would like to limit the  number of participants to 14 so an RSVP is 
required by phone (510) 536-6421 or  email xequina en yahoo.com 
Once she receives your RSVP,  she will send directions.  She also says will 
be  preparing a special dessert for everyone. 
The reading, two short stories:  “La fragilidad de los cangrejos” by 
Patricia Iriarte and “Fiesta de Poetas” by  Jose Brendan Wallace is attached in 
PDF format. There is also a copy of the  story below in case you have 
problems with the PDF.   
Please come prepared, having  already read the story, and bring a plate  
and/or drink to  share. 
Debra  Valov 
ecomujeres en aol.com 
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Grupito  mailing list 
Para  inscribirse en la lista de correo del Grupito,  visita: 
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LA  LECTURA/THE READING 
La  fragilidad de los cangrejos
_Patricia Iriarte_ (http://www.badosa.com/?a=Iriarte) 

Información  sobre la autora colombiana: http://www.badosa.com/?a=Iriarte 
El  cuento: http://www.badosa.com/bin/obra.pl?id=n112 
Son casi  las once de la noche cuando el avión toca la pista, tras un vuelo 
tranquilo de  hora y media. Durante cada uno de aquellos noventa minutos, 
Mariana había  imaginado el encuentro que iba a ocurrir al medio día 
siguiente. Había dibujado,  borrado y vuelto a dibujar la escena en todos sus 
detalles: la ropa que  llevarían; el perfume que, de nuevo, se elogiarían 
mutuamente; las primeras  frases, que, como de costumbre, versarían sobre el viaje 
de él por carretera, el  hotel escogido por ella, el restaurante donde irían 
a almorzar. Luego él le  diría que estaba muy bella y ella le preguntaría 
por qué estaba tan  hermoso. 
Después,  seguramente, habrá un silencio, mientras él conduce hacia la 
ciudad vieja y ella  mira el mar y se pregunta cuándo volverá para quedarse 
junto a él. De ahí en  adelante ya no podrán escapar de la nostalgia, porque ese 
día, por primera vez  en mucho tiempo, no vendrá una ola de besos ávidos al 
cerrar la puerta de la  habitación. No se quedarán en ese abrazo para 
entregarse al deseo por tantos  días postergado. Ella sabe que mañana el temblor 
de las manos delatará la  incertidumbre, y que al separar los labios, tras 
el beso, ambos se encontrarán  con los ojos de un ciervo solitario. 
El avión  apenas comienza a detenerse y Mariana ya siente la humedad 
penetrando en la  cabina. Su mente se empeña en anticipar los diálogos y sus 
desenlaces, pero ella  trata de aquietarla invocando una sensación más próxima, 
como el aliento salobre  del mar sobre su rostro cuando, en unos minutos, el 
taxi recorra la avenida. Se  vuelve hacia la ventana mientras termina de 
cumplirse la maniobra de siempre: el  aparato girando a la derecha para dejar 
su carga frente al pequeño edificio  blanco, la voz de la tripulación dando 
las últimas instrucciones, los pasajeros  apresurándose a sacar sus maletines 
de los  compartimientos. 
Esta vez,  sin embargo, el momento de tedio termina con algo que Mariana ve 
bajo las alas  del avión. Las linternas a ras de pista iluminan una 
multitud de cangrejos que  trata desesperadamente de abandonar el asfalto para 
alcanzar la arena. Las luces  azules y los faros del avión proyectan alrededor 
de ellos un juego de sombras  que convierte a los pequeños crustáceos en 
enormes espectros. La imagen perturba  profundamente a la mujer, que empieza a 
hacer conjeturas sobre la presencia de  los animales en ese lugar. 
Seguramente habían cavado cerca de allí sus cuevas  desde hacía siglos y siguieron 
haciéndolo a pesar de que el hombre les construyó  encima un aeropuerto. De 
pronto siente el impulso de compartir su hipótesis con  alguien, pero sabe que 
el extraño al que tiene como vecino de asiento a lo sumo  tratará de lanzar 
una mirada hacia la pista y hará un comentario insulso.  Entonces piensa 
otra vez en él. Está segura de que se sorprendería tanto como  ella, y de que 
también se conmovería al ver cómo esas criaturas, que en su medio  natural 
logran intimidar a sus enemigos con sus tenazas absurdas y sus ojos  
proyectados en antenas, perecen, indefensas, bajo un tren de  aterrizaje. 
En el  trayecto hacia el hostal el taxi pasa por la galería artesanal donde 
unos meses  atrás habían comprado para él una pulsera idéntica a la que 
ella usaba y que se  convirtió desde entonces en una suerte de alianza. Luego 
acaricia el anillo que  lleva en la mano derecha; un regalo cuyo significado 
ella había tardado en  comprender. O, tal vez, en creer. Y así, uno tras 
otro, llegan los recuerdos a  reclamar su sitio en esa historia. 
Aquella  noche Mariana lleva a cabo una vez más el rito de deshacer la 
maleta en otra  ciudad para darle la bienvenida al amor. Sólo que esta vez lo 
hace para iniciar  la despedida. Mientras llega el sueño se pregunta de nuevo 
por qué los cangrejos  no mudan sus refugios al lado opuesto de la pista, 
evitando la peligrosa  travesía nocturna en medio de los reflectores. 
Con la  mirada fija en las vigas de cedro de aquella casona convertida en 
hostal,  Mariana vuelve a proyectar en su mente las horas que tiene por 
delante. Se ve  entregándose y entregándolo todo, una vez más. Se ve regresando a 
su casa dos  días más tarde, en el mismo avión, con la mirada vacía, y se 
pregunta si al  final de aquel viaje llegará viva al otro lado de sí misma. 
Esa noche que, de  alguna forma, está dominada por el miedo se pierde en el 
silencio y se abriga  con sombras espectrales. 

Fiesta  de Poetas, José Brendan Wallace, 2001 
Aquella mañana de octubre, Marisa Pelufo –mi profesora de lengua y  
literatura– ingresó a tercero comercial con su habitual encanto  juvenil. 
Entonces descubrí que no era el único que sufría esa febril atracción por  
ella, y que ya no era exclusivamente mía como lo había creído hasta ese 
momento.  Éramos treinta y dos vándalos apiñados en un salón diseñado para 
veinte, y el  curso más revoltoso de la escuela. Sin embargo manteníamos una 
excelente  conducta durante las clases de literatura, lo que motivó comentarios 
suspicaces  en la sal de profesores, a tal punto que nos compararon con los 
dulces y  candorosos angelitos de estampitas religiosas. 
Esas circunstancias me obligaron a tomar la delantera. Al día siguiente,  y 
para que mi propósito no se enfriara, decidí escribirle una carta a la 
profe,  declarándome perdidamente enamorado de ella. 
Para conquistarla, y sabiendo la devoción que tenía por la poesía, busqué  
en un libro que creí de Pablo Neruda, estos versos que cuidadosamente copié 
a  mitad de página: "Si al mecer las azules campanillas de tu balcón, crees 
que  suspirando pasa el viento murmurador, sabe que oculto entre las verdes 
hojas  suspiro yo". 
Los días que siguieron fueron interminables. Con impaciencia conté cada  
minuto que faltaba para la próxima clase. Hasta que por fin llegó la hora, y  
contrariamente a lo que yo aspiraba, Marisa entró al aula con la soltura 
juvenil  de siempre, y ordenó tomar una hoja: 
–Ahora voy a dictarles estas rimas de Becquer...–dijo tomando una de las  
tantas hojas que acomodó sobre su escritorio.  
Para mi sorpresa, vi que el papel que tenía en sus manos era nada menos  
que mi carta, cuyas rimas comenzó a recitar mientras su mirada recorría toda 
la  clase. Mi sangre pareció congelarse, mientras un sudor frío corría por 
mis  costillas. "Está buscando al atrevido que la escribió" – pensé simulando  
serenidad. 
Cuando nuestras vistas se encontraron, mi labio superior comenzó a  temblar 
nerviosamente. Creo que ella se dio cuenta, pero continuó la clase como  si 
no hubiera pasado nada y comenzó a dictar: "Si al mecer las azules  
campanillas..." 
–Pero, señorita, ¿no es Neruda? – interrumpí  electrizado. 
–No, alumno –me respondió con toda naturalidad– es Becquer...– y tomando  
otro papel prosiguió: Neruda escribió así: "Mis palabras llovieron sobre ti 
 acariciándote, amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado..."   
Luego, ante el asombro de todos, tomó una tercera hoja y  dijo: 
–Machado también escribió versos tan bellos como estos: "Sentí tu mano en  
la mía, tu mano de compañera, tu voz en mi oído..."   
Y después, tomando otra hoja y luego otra y otra más, prosiguió recitando  
a García Lorca, Almafuerte, Quevedo, Hernández... 
–Queridos alumnos –dijo finalmente– gracias por sus trabajos. Ayer fue el  
día más feliz de mi vida. Gracias por comprender mi locura poética... 
Espero que  algún día pueda decir de alguno de ustedes: "Ese gran poeta fue 
alumno mío".   
El silencio de la clase fue total, sólo se oía el rumor del viento  
primaveral que se filtraba por la quebradura de un vidrio; "deben ser los poetas  
que están de fiesta", pensé. 
José Brendan  Wallace, 2001 
http://www.elcuento.com/Textos/Num008/wallacej1008.php
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