[Grupito] : Tertulia el 18 de diciembre de 2012

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Wed Dec 5 21:06:29 PST 2012


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ANUNCIOS –  EVENTOS VENIDEROS 
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¡Feliz invierno a  todos! 
Si quieres  ofrecer tu casa para una tertulia en enero, avísame  porfa. 
¿Conoces alguien  interesado en el Grupito? Puede inscribirse diréctamente 
en la página:  http://lists.sonic.net/mailman/listinfo/grupito   
Si ya no quieres  recibir los mensajes del Grupito, visite la página del 
Grupito  http://lists.sonic.net/mailman/listinfo/grupito  para terminar tu  
suscripción 
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Saludos: 
La próxima  tertulia literaria y gastronómica tendrá lugar el día 18 de 
diciembre (el  martes), a las 7:00 de la noche en la casa de Ana  Shapiro. 
Debido a su  casita pequeña, solo hay espacio para 8 huéspedes.  Por eso, 
el RSVP a Ana  es obligatorio.  Por teléfono: 510  845 0365 o por email: 
_anneshapiro223 en gmail.com_ (mailto:anneshapiro223 en gmail.com)  
Ella enviará las  direcciones a su casa a cada uno de los primeros 8 que  
respondan. 
La lectura,  “Caleidoscopios” por Cristina Pacheco está adjunta en formato 
 PDF. 
Ademas, hay abajo  una copia de la lectura por si acaso tengas problemas 
con   
el  documento. 
Te rogamos que  vengas preparado, habiendo leído la lectura de 
antemano, y que  traigas un plato y/o una bebida para compartir. 
Debra  Valov 
ecomujeres en aol.com 
ENGLISH 
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ANNOUNCEMENTS – UPCOMING EVENTS 
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Happy  Winter! 
If  you’re interested in hosting a tertulia in January, please let me  
know. 
Know  someone who wants to join El Grupito?  They can join directly by 
visiting the page:  http://lists.sonic.net/mailman/listinfo/grupito 
No  longer want to receive messages from El Grupito? Go to the Grupito page 
and  remove yourself from the list:  
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Hello! 
The  next tertulia will take place on December 18 (Tuesday) at 7 pm at  
Ana  Shapiro’s. 
Because her casita is small, there is only room for 8 guests  and an RSVP 
is required: 510-845-0365  o por email: _anneshapiro223 en gmail.com_ 
(mailto:anneshapiro223 en gmail.com)  
She  will send directions to her place to the first 8 people to RSVP. 
The  reading, “Caleidoscopios” by Cristina Pacheco is attached as a PDF 
file.  There is also a copy at the end of this  email in case you have 
problems with the file. 
Please come prepared, having already read the story, and  bring a plate  
and/or drink to share. 
Debra  Valov 
ecomujeres en aol.com 
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Grupito mailing  list 
Para inscribirse  en la lista de correo del Grupito, visita: 
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READING 
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Mar de Historias: Caleidoscopios 
Cristina Pacheco 

Limitada por dos avenidas, la calle en donde se encontraba la casa de  
Elvira Manso era larga y, como tantas de la ciudad, sin nomenclatura. Para  
verificar que uno había llegado a Florines era necesario preguntárselo a algún  
vecino. 
En Florines todas las edificaciones eran desiguales. Construidas sobre  
terrenos sinuosos, a la distancia parecían barcas ancladas en aguas serenas.  
Acentuaba este efecto movedizo el desorden de la numeración: del ocho se 
saltaba  al 90 y luego al l5, después al 40 y más allá no recuerdo a  cuál. 
En un extremo de la acera norte se encontraba una casa con tejado verde y  
mansarda. Su estilo francés la hacía sobresalir con respecto de las otras  
anónimas, elementales, cuadradas, casi todas con sólo dos ventanas y una 
puerta.  Esas aberturas podían equivaler a los ojos y la nariz de un rostro 
chato  dibujado por un niño. 
En la esquina opuesta había una casita de ladrillos rojos. El musgo los  
tapizaba y entre sus junturas florecían diminutas plantas silvestres  
independientes de las estaciones, invisibles para los gatos que habían hecho  suyo 
el tejado en declive por el que escurría la lluvia o se agitaba el polvo,  
según la temporada. 
II 
Si no hubiera sido porque empecé a trabajar con Elvira Manso jamás habría  
imaginado que existía esa calle y mucho menos que por una larga temporada la 
 acera norte sería mi destino de lunes a viernes, de cinco de la tarde a 
ocho de  la noche. 
La primera vez que acudí a Florines tuve la esperanza de que mi paradero  
fuera la casa de estilo francés. Toqué el timbre. Se asomó por la ventana una 
 muchacha con la cabeza envuelta en una tela blanca. Me di cuenta de que la 
había  interrumpido en su trabajo por el tono áspero con que me dijo que 
ese era el 12  y no el 101 que yo buscaba. Lo encontré al final de la calle 
sobre la puerta de  la casa de ladrillo en donde vivía Elvira Manso. 
Llamé a la puerta y enseguida me abrió una mujer pequeña, redonda, sin  
cuello, pulcramente vestida de gris que me recordó al hada madrina de  
Cenicienta. Me invitó a que pasara. El aire olía a cera y a especias. Elvira me  
condujo a la sala que en realidad funcionaba más bien como oficina. Las paredes 
 estaban recubiertas de anaqueles con libros y en el centro había una mesa 
con  una máquina de escribir hundida entre papeles. Le advierto que aquí no 
tengo  computadora. ¿Le importa? No esperó mi respuesta y se puso a leer mis 
 referencias. 
Satisfecha, me preguntó el motivo de mi interés por trabajar con ella.  Fui 
sincera. Estaba cansada del ambiente de la fábrica en donde había sido  
secretaria. Renuncié sin pensarlo y en el supuesto de que con mi experiencia  
sería fácil insertarme en otro ambiente. Las consecuencias fueron ocho meses 
de  desempleo en que me convertí otra vez en hija de familia. En medio de la 
 desesperanza, por casualidad leí su anuncio en el periódico: “Persona 
interesada  en realizar trabajo secretarial favor de comunicarse al  teléfono…” 
Elvira parecía muy divertida con mi historia y me pidió que siguiera  
adelante, aunque lo que fuera a decirle ella lo supiese al menos  parcialmente. 
Le conté que de inmediato marqué el número. Me tranquilizó oír una voz  
femenina enérgica: Diga usted. Expliqué el motivo de mi  llamada. 
En respuesta mi interlocutora hizo una serie de preguntas acerca de mis  
trabajos anteriores y al final si podría presentarle dos cartas de  
recomendación. Le dije que sí. Hizo una pausa y me dio las indicaciones para que  
fuera a verla el siguiente lunes. ¿Por quién pregunto? Por mí: Elvira  Manso. 
Correspondió a mi sinceridad con la suya. Me explicó que durante muchos  
años había sido maestra de literatura en una secundaria. Cuando se agudizó su  
artritis y se vio obligada a separarse del magisterio, un antiguo amigo,  
propietario de una modesta editorial que publicaba libros infantiles y  
juveniles, la invitó a colaborar en ellos. Un tiempo pudo cumplir con las  
entregas mensuales sin necesidad de ayuda, pero cuando su mal se agravó, no tuvo  
más remedio que buscar el apoyo de alguien dispuesto a tomarle al dictado 
sus  historias. Esa fue mi ocupación durante cinco años. 
A pesar de las dificultades fueron maravillosos, divertidos y  
sorprendentes. Por la forma en que Elvira concebía sus historias se calificaba  como una 
ladrona. Cuando iba a la calle para hacer compras, trámites o entregar  sus 
materiales en la editorial se llenaba de escenas callejeras, frases oídas 
al  azar, fisonomías, fachadas, objetos invisibles para otros que atesoraba 
en su  memoria, segura de que en algún momento de inspiración iban a servirle 
para  urdir un cuento quizá demasiado inocente a través del cual trataba de 
corregir  injusticias y aberraciones. 
Los ancianos solitarios, los niños comerciantes abandonados a los  peligros 
de la ciudad y los animales que descubría prisioneros en un balcón o a  las 
puertas de un comercio eran sus obsesiones. Con frecuencia me dictaba  
historias en que los viejos se reunían con sus familias que los habían  
abandonado, los niños contaban sus sueños sin que nadie los interrumpiera  
obligándolos a guardar silencio, y las mascotas conquistaban su libertad en  nuevos 
espacios. 
Supongo que Elvira jamás supo quiénes fueron los lectores de sus  
ficciones. Las concibo como caleidoscopios en donde pequeños trozos de vidrio,  al 
agitarse, integran figuras maravillosas y únicas que al desaparecer dan  
origen a otras. 
Por mi parte, ignoro quién habrá sido o será lector de las narraciones  
escritas por Elvira Manso. Yo fui una de ellos y con el privilegio adicional de 
 haber seguido, al ritmo de la máquina de escribir, la construcción de 
mundos  felices que tal vez nunca existieron ni existirán más allá de las 
páginas  concebidas en aquella casa de ladrillo rojo. 
No quiero pensar en Elvira Manso muerta. Prefiero suponer que si no la  veo 
es porque sigue en su infatigable caminata por las calles en busca de una  
fisonomía, una sombra, un objeto, una frase, un trozo de vidrio para empezar 
de  nuevo a urdir con palabras sus relatos, sus  caleidoscopios. 
_http://www.jornada.unam.mx/2012/09/02/opinion/038o1soc_ 
(http://www.jornada.unam.mx/2012/09/02/opinion/038o1soc)  
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