[Grupito] : tertulia el 7 de agosto
Ecomujeres at aol.com
Ecomujeres at aol.com
Sun Jul 22 22:26:37 PDT 2012
ENGLISH FOLLOWS SPANISH
****************************************************************************
*
ANUNCIOS – EVENTOS VENIDEROS
****************************
Todavía no tenemos otra tertulia para el fin de agosto. Si quieres
ofrecer tu casa, avísame pronto.
¿Conoces alguien interesado en el Grupito? Puede inscribirse diréctamente
en la página: http://lists.sonic.net/mailman/listinfo/grupito
Si ya no quieres recibir los mensajes del Grupito, visite la página del
Grupito http://lists.sonic.net/mailman/listinfo/grupito para terminar tu
suscripción
****************************************************************************
*
Saludos:
La próxima tertulia literaria y gastronómica tendrá lugar el día 7 de
agosto (el martes), a las 7:00 de la noche en la casa de Anna Shapiro.
Debido a su casita pequeña, solo hay espacio para 8 huéspedes. Por eso,
el RSVP a Ana es obligatorio. Por telefono: 510 845 0365 o por email:
_anneshapiro223 en gmail.com_ (mailto:anneshapiro223 en gmail.com)
Ella enviará las direcciones a su casa a cada uno de los primeros 8 que
respondan.
La lectura, “Las Momias de Guanajuato” por Cristina Pacheco está adjunta
en formato PDF.
Ademas, hay abajo una copia de la lectura por si acaso tengas problemas
con
el documento.
Te rogamos que vengas preparado, habiendo leído la lectura de
antemano, y que traigas un plato y/o una bebida para compartir.
Debra Valov
ecomujeres en aol.com
ENGLISH
****************************************************************************
ANNOUNCEMENTS – UPCOMING EVENTS
*******************************
We don’t yet have a tertulia planned for the end of August. If you would
like to offer your house, please let me know as soon as possible.
Know someone who wants to join El Grupito? They can join directly by
visiting the page: http://lists.sonic.net/mailman/listinfo/grupito
No longer want to receive messages from El Grupito? Go to the Grupito page
and remove yourself from the list:
http://lists.sonic.net/mailman/listinfo/grupito
***************************************************************
Hello!
The next tertulia will take place on August 7 (Tuesday) at 7 pm at
Anna Shapiro’s.
Because her casita is small, there is only room for 8 guests and an RSVP
is required: 510 845 0365 o por email: _anneshapiro223 en gmail.com_
(mailto:anneshapiro223 en gmail.com)
She will send directions to her place to the first 8 people to RSVP.
The reading, “Las Momias de Guanajuato” by Cristina Pacheco
is attached as a PDF file. There is also a copy at the end of this email
in case you have problems with the file.
Please come prepared, having already read the story, and bring a plate
and/or drink to share.
Debra Valov
ecomujeres en aol.com
****************************
*************************************************
Grupito mailing list
Para inscribirse en la lista de correo del Grupito, visita:
To join the mailing list for El Grupito, go to:
http://lists.sonic.net/mailman/listinfo/grupito
****************************************************************************
*
READING
**********
Las momias de Guanajuato
Cristina Pacheco
Mar de Historias
Creí que José no había oído el silbato del cartero, pero ¡qué va!: el
hombre está en todo. Me dijo: a ver, asómate. Aunque a cada rato me sale con
que de sus hijos ya no espera nada, comprendí que tenía la ilusión de que
Martina o Claudio nos hubieran mandado un giro desde Kansas.
En cambio yo lo que temía era otro aviso del departamento legal
amenazándonos por el retraso en el pago de la tarjeta. Iba a esconderlo en mi bolsa
hasta que mi marido se calmara. Gracias a Dios el cartero pasó de largo. Me
alegré tanto que me dieron ganas de besarle los pies. Si la dichosa
notificación hubiera llegado en esos momentos, quién sabe qué habría sucedido.
Cerré la ventana. Mi esposo, al ver que no habíamos recibido nada, se
estuvo un rato callado y luego me hizo una pregunta rarísima: ¿puedes creer que
las momias de Guanajuato hayan sido capaces de enviar a México 150 mil
dólares de divisas y tus hijos no puedan mandarnos ni siquiera 200 miserables
dólares? Pensar que a lo mejor uno de aquellos despojos pertenecía a mi
familia. De ser así, me tocaba al menos una partecita de lo ganado por los
cadáveres. La idea me hizo reír.
¿Te parece muy chistoso que Martina o Claudio, por quienes ahora cargamos
con un montón de deudas, no se acuerden de que tienen obligaciones con
nosotros? Le contesté lo primero que se me ocurrió: me dio gusto el detalle de
las momias. Si mi tío Ladino supiera lo de los 150 mil dólares se pondría
muy orgulloso. Él las cuidó durante muchos años y creo que las procuró más
que a todos sus sobrinos juntos.
Me hubiera gustado seguir hablando de mi tío, pero José me dijo que no
eran momentos para hacer recuerdos de familia. Lo importante era pensar cómo
íbamos a darle a su primo Ernesto tan siquiera un abono de los 30 mil pesos
que nos ha prestado. Ese dinero no lo usamos para nuestros gastos, sino
para mandárselo a los hijos.
Nos resignamos a que se fueran a Estados Unidos por la ilusión de que
encontraran un buen trabajo. Al principio no les fue mal y de vez en cuando nos
mandaban 400, 500 dólares. Luego sucedió lo que menos esperábamos: a los
gringos también les pegó la crisis, los paisanos perdieron sus empleos y
ahora quienes esperábamos su ayuda tenemos que mandarles dinero para que se
sostengan. ¡Qué buen negocio!
II
Volvimos a escuchar el silbato del cartero enfrentito de nuestra puerta.
José respingó: lo único que falta es que nos traiga el cobro de la tarjeta.
Le aseguré que no era eso. ¿Cómo lo sabes? Ni modo de decirle que ya nos
había llegado, así que no dije nada y muy tranquila abrí la puerta.
El cartero me entregó un folletito: Soluciones. Le pregunté de qué se
trataba. Me respondió que de una publicación nueva que estaban regalando en la
colonia. José me gritó que la devolviera porque detrás de la palabra
gratis siempre hay bicho encerrado. El cartero me miró muy confundido y rápido
justifiqué la reacción de mi esposo: disculpe. Lo que sucede es que el otro
día vinieron a ofrecerme una crema relajante. La tomé pensando que era un
obsequio. En la tarde se presentó la demostradora para cobrarme los 600
pesos que costaba el producto. Gracias a Dios yo no había abierto el tarro,
porque si no... El cartero se fue muy molesto.
José me pidió el folleto para hojearlo. Me puse a tender la ropa antes de
que lloviera y a pensar en nuestras deudas. Con Ernesto hay problema, pero
no tanto porque después de todo es familia. La bronca es la tarjeta. No
puedo pasarme el resto de mi vida ocultando las cuentas del banco. Llegará el
día en que algún actuario se nos presente aquí para embargarnos. Será mejor
que me resigne a perder mi tele, mi lavadora, mi estéreo, mi refrigerador.
Cuando mis hijos se fueron, los cuartitos de mi casa me parecían enormes.
Pensé en que será todavía peor cuando se lleven mis cosas. Estarán viejas y
destartaladas, pero las quiero, porque José y yo las compramos a base de
muchos sacrificios. La idea de la pérdida me hizo llorar. Después pensé que
no debía ser tan tonta. Las cosas materiales van y vienen, y al final –como
decía mi tío Ladino– uno estira la pata y no se lleva nada, ni un quinto.
Recordé los 150 mil dólares que se habían ganado exhibiendo las momias en
Estados Unidos y volví a pensar en que quizá una de esas maravillas fuera
mi antepasado. La primera persona que tuvo esa ocurrencia fue mi tío Ladino.
Los domingos mis papás me llevaban a visitarlo a la cripta. No sé quién me
producía más temor: si él, todo pelón, con la cara chupada y los bigotes
blancos, o las momias. Les perdí el miedo cuando mi tío me aconsejó que las
viera con respeto, porque quizá nuestra familia llevara sangre de alguna de
aquellas momias. Me tranquilicé y hasta me sentí orgullosa cuando lo oí
explicarles a unos turistas que la conservación de los cadáveres era única en
el mundo y cuando se supiera de ellas en otras partes le darán mucho
prestigio a Guanajuato.
Mi tío tuvo razón, pero no se imaginó que las momias iban a lograr lo que
muchos paisanos que se fueron a Estados Unidos ya no pueden hacer:
mandarnos dólares. En eso estaba cuando vi que José metía el folleto en el bóiler.
¿No está bueno? ¡Es una babosada! Con razón lo regalan. Imagínate, son
cuatro hojas en donde se anuncian cosas que de plano ya no sirven: una silla
con dos patas, una lavadora con el motor fundido, un saco al que le falta una
manga, una muñeca sin peluca. Ofrecían en 15 pesos la mitad de una
dentadura postiza? No entiendo. Sí, nada más la placa de abajo. Dime, ¿a quien
puede servirle eso? A la gente más pobre, le dije.
III
Varios días estuve pensando en eso hasta que al fin se me ocurrió abrir mi
negocito. Me costó bastante trabajo y tuve que dar muchos rodeos para
convencer a José de que no quedaba más remedio que venderlo todo. La primera
vez que le hablé de mis planes se burló de mí, preguntó qué sabía yo de
ventas si había pasado toda mi vida detrás de una máquina planchando overoles.
La segunda ocasión en que le traté el asunto me salió con su dichoso
orgullo. Al ver que lo rematábamos todo, nuestros vecinos lo juzgarían como un
hombre incapaz de conseguir un trabajo aunque fuera de cargador en una
fábrica o en un mercado.
Encontré la solución para evitar habladurías: aquí las noticias vuelan.
Como no queriendo la cosa, le invento a alguna vecina que no puedes cargar
nada porque estás herniado y el médico te prohibió hacer esfuerzos.
José tiene muchas virtudes, pero es terco como una mula. Quiso desanimarme
diciéndome que no estaba dispuesto a pasar vergüenzas cuando alguien de la
familia llegara a visitarnos y se diera cuenta de que estamos en la chilla
y por eso tenemos que vender nuestros muebles. Le aseguré que eso no iba a
suceder. Desde que estamos en el hoyo nadie nos visita, ni siquiera sus
padres –y eso que lo adoran–, por temor a que sigamos pidiéndoles dinero
prestado.
Se dio cuenta de que estaba diciéndole la verdad, pero como no le gusta
darme la razón me salió con la ocurrencia de que un Martínez –¡ay sí, tú, qué
elegantes!– jamás vende y siempre compra. Con eso me colmó el plato. Le
recordé que dos de sus sobrinas venden aceite para coches a las puertas de
una agencia en Zaragoza. ¿Y eso qué tiene de malo?, me gritó. ¡Nada, cálmate!
A mí me parece muy bien que las nenas ayuden a sus padres, pero siento que
las pobres chamacas tengan que trabajar en bikini... Sólo de imaginarme lo
que les gritan los camioneros me alegro de que Martina ande por Estados
Unidos.
Me puso pinta. Según él no tengo derecho a criticar a su familia y menos
para salir con mis caprichos. Entonces respiré hondo, le pedí a Santa Rita
que me iluminara y me decidí a enseñarle todos los cobros de la tarjeta. Mi
marido se enfureció, dijo que si algo no toleraba era que le ocultara las
cosas. Lo hice porque cada vez que aparece otro problema te pones como loco.
Mírate cómo estás, ¡mírate!
José revisó los documentos. El último era aterrador. Los hizo pedazos y
los tiró al suelo: “esos pendejos se equivocan si creen que me asustan. Por
mí, ¡que se lo lleven todo! Vi que era mi oportunidad: si tú mismo reconoces
que tarde o temprano perderemos nuestras cosas, ¿por qué mejor no las
vendemos antes de que nos las quiten?
Cuando escuché su risa temí que José estuviera volviéndose loco. No te
preocupes, estoy muy bien. La demente eres tú. ¿Quién va a querer comprarte la
cantidad de porquerías que tenemos? Lo que no está descompuesto está roto.
Le mencioné el folleto de los desechos y me mandó al diablo. Por más que
quise aguantarme se me salieron las lágrimas y eso lo suavizó: no llores,
pero comprende que no puedo verte hacer el ridículo ofreciendo cosas que para
nosotros significan mucho, pero que ya no tienen ningún valor. Le juré que
me sentía capaz de venderlas y me dio una palmadita en el hombro: puede
que sea cierto, pero dime, ¿cuánto vas a sacar con la venta de muebles feos,
ropa desgastada, trastos despostillados? No sé cómo se me ocurrió decirle:
no ganaré tanto como los que exhiben a las momias de Guanajuato, pero algo
será. La risa de mi esposo fue la prueba de que lo había convencido al fin.
Creo que siempre supo que para salir del atolladero no quedaba otro
remedio que deshacernos de nuestras cosas. Si se negó fue porque los hombres,
aunque no les guste reconocerlo, también se encariñan con los objetos y los
muebles que hay en una casa. Aunque estén desgastados y viejos, cuentan mucho
de la historia familiar.
_http://www.jornada.unam.mx/2009/07/12/index.php?section=sociedad&article=03
6o1soc_
(http://www.jornada.unam.mx/2009/07/12/index.php?section=sociedad&article=036o1soc)
------------ pr�xima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: <http://lists.sonic.net/pipermail/grupito/attachments/20120723/a1a483a7/attachment.html>
------------ pr�xima parte ------------
A non-text attachment was scrubbed...
Name: no disponible
Type: application/pdf
Size: 58264 bytes
Desc: no disponible
URL: <http://lists.sonic.net/pipermail/grupito/attachments/20120723/a1a483a7/attachment.pdf>
More information about the Grupito
mailing list