[Grupito] : Tertulia el 8 de junio de 2010

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Thu May 27 11:42:13 PDT 2010


 
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ANUNCIOS 
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Favor de contactarme si  quieres ofrecer tu casa en junio o julio.  Todavía 
no tenemos programada otra  tertulia en junio.  
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Saludos: 
La próxima tertulia  literaria y gastronómica tendrá lugar el día 8 de 
junio   
(el martes), a las 7:00  de la noche en la casa de Roberta: 
1531 Addison St, Berkeley 94703 
(Addison is one block south of University.   Roberta is located between 
Sacramento and  California  streets).  
Favor de enviarle un RSVP  a: _rweisbard en gmail.com_ 
(mailto:rweisbard en gmail.com)  
La lectura, El Naufraugio  de San Cucufate, está atada como un documento 
PDF.
Ademas, hay abajo una  copia de la lectura si tienes problemas con el PDF. 
Te rogamos que vengas  preparado, habiendo leído la lectura de
antemano, y que traigas un plato y/o  una bebida para compartir. 
Debra  Valov 
www.lasecomujeres.org 
-  ENGLISH - 
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ANNOUNCEMENTS 
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Please contact me if you would like to offer your place for a  tertulia in 
June or July.  We still  don´t have another tertulia scheduled for June.  
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Hello! 
The  next tertulia will take place on June 8th (Tuesday) at 7 pm at Robert 
Weisbard’s  house. 
1531 Addison St, Berkeley 94703 
(Addison is one block south  of University.  Roberta is located between 
Sacramento and California streets).  
Please send Roberta an RSVP at: _rweisbard en gmail.com_ 
(mailto:rweisbard en gmail.com)   
The  reading, El Naufraugio de San Cucufate, is attached as a PDF file.
There is  also a copy of the story below in case you have problems with the 
PDF.  
Please come prepared, having already read the story, and  bring a plate
and/or drink to share. 
Debra  Valov 
www.lasecomujeres.org 
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LA LECTURA/THE  READING 
El Naufraugio de San  Cucufate 
Ramón Zacarías,  2002 
Isla de un hombre isla en  el mar isla de esclavos isla del conquistador 
isla de una lengua lejana y  perdida isla olvidada en un archipiélago de 
no-sé-dónde isla de peces y aves  isla de sal y de sol isla morena isla mojada 
isla de estrella de aquella lejana  estrella perdida en los tiempo nocturnos 
de la historia isla del hombre montado  en la cabellera del cometa isla de 
una fe extraña arraigada a fuerza de nombres  y fuego isla de santos isla de 
ángeles isla del santo decapitado isla del muerto  isla de San Cucufate ruega 
por él: 
Cuando San Cucufate murió  en el martirio, decidió venirse a vivir a esta 
isla perdida. Después de  convalecer durante cerca de un año esperando que 
las entrañas volvieran a su  sitio, del que fueran arrancadas con inclementes 
latigazos, comenzó de nuevo su  predicación. A decir verdad, a aquellos 
nativos no les importaba gran cosa las  palabras que el santo (ya por aquel 
entonces había sido santificado) repetía  hasta la saciedad. En la desesperación 
Cugat -como le llamaban con cariño los  isleños- tuvo que aceptar que las 
hermosas oraciones de su fe fueran  transformadas poco a poco a los usos de 
aquellas personas. Al principio la  situación no parecía demasiado grave pero 
al transcurrir de los siglos, aquellos  rezos dejaron de ser lo que eran y 
se convirtieron en simples fórmulas, más  arraigadas por costumbre que por 
verdadera devoción. 
Para nuestro santo  aquello fue motivo de grandes decepciones y tristezas 
hasta que el jefe político  tuvo a bien consagrarlo en la memoria colectiva 
de la sociedad y le construyó su  catedral. Durante décadas, la edificación 
fue alzándose en el promontorio más  alto de la isla, desde donde se 
dominaban los cuatro vientos, y aquella  inmensidad azul que se perdía en el único y 
circular horizonte. En algunas  épocas el fervor religioso de los 
habitantes se desbordaba casi sin límite y  entonces las correspondientes secciones 
de la catedral tomaban formas  caprichosas porque representaban el 
sentimiento profundo del ser humano. Había  en contraparte otras épocas en que el 
desgano y la incredulidad dominaban en los  hombres y por consecuencia, en la 
estructura de la catedral. De tal manera, la  edificación, con el paso del 
tiempo, se convirtió en un registro exacto de las  distintas épocas históricas 
de la isla. La guerra de revolución, los años de la  epidemia, el gran 
eclipse y los maremotos, las tradiciones clásicas y barrocas,  todo allí, en ese 
monumento a la fe y al prodigio humano. Hasta la fecha no ha  sido posible 
recoger noticias sobre el avance final que tuvo la catedral. Sin  embargo, a 
lo largo del tiempo, su construcción se convirtió en la única  actividad de 
los habitantes de la isla. Nadie se dedicaba a otra cosa y hasta  los peces, 
alimento básico en aquel lugar, brincaban por su propia voluntad en  el 
aceite hirviendo con tal de cooperar en la construcción de aquel hermosísimo  
recinto de alabanza. No se recuerda un pueblo ni una era más religiosa en la  
historia de la humanidad. 

En la escala de la santidad dos son los parámetros más  importantes que 
asignan la predominancia e influencia de cada uno de estos  personajes divinos 
en el mundo. El primero está relacionado con el número de  templos 
consagrados en su nombre. En este sentido San Cucufate se sentía honrado  a pesar de 
que su cuenta permanecía en uno. En su isla, él era el único santo  adorado, 
algo imposible de encontrar en otra parte del mundo. Sin embargo, el  
segundo parámetro no había sido tomado en cuenta por el santo y a la larga había  
de ser el origen de la desgracia. Tenía que ver con un censo de fieles que  
llevaba a cabo la jerarquía religiosa cada cierto tiempo. En un lejano país 
los  mandamases de la religión decidían cuales santos estaban de moda y 
cuales no. El  gran problema para San Cucufate era que su isla no fue tomada en 
cuenta en tal  censo, porque simple y sencillamente nadie sabía que 
existía. A pesar del  sinnúmero de cartas que habían sido enviadas con paloma 
mensajera a distintos  medios de comunicación, nunca se había logrado que nadie 
tomará en cuenta a ese  punto en el mapa, el cual muchos confundían con un 
error tipográfico o con una  mancha de tinta, o bien, con algún insecto 
muerto. Lo más que consiguieron fue  que algún agente de suscripciones novato e 
inexperto les enviara semanalmente El  País, publicado en lejano continente, 
en el cual, algunas nostálgicas ocasiones,  Cugat recordaba haber vivido. 
Cada domingo, religiosamente, una parvada de  pericos volaba desde lejanas 
tierras para traer al santo su único lazo con el  mundo civilizado.  
Todas las mañanas San  Cucufate leía el periódico de cabo a rabo. Y 
meneando el rabo, su perro  dormitaba junto a él. Porque Cugat tenía un perro. De 
dónde y cuándo llegó,  nadie lo sabía con certeza. Cuando se vive cerca de la 
santidad, la realidad no  es precisamente lo que se ve, sino lo que se 
cree. Así que para muchos la  aparición del perro no era más que un milagro 
cotidiano. Por ese mismo motivo  nadie se sorprendió demasiado cuando un domingo 
soleado de julio San Cucufate  empezó a gritar desaforadamente y a correr 
como loco por toda la isla. Muchos  pensaron que ya era el día de su 
cumpleaños (el día 27, por cierto), otros que  finalmente había dado en el clavo 
respecto al proyecto para la enésima  ampliación de la catedral. Lo cierto es 
que la noticia que Cugat les leyó  minutos después, habría de cambiar el 
destino de sus  vidas. 
La información en el  periódico era terrible. Por alguna causa egoísta, la 
jerarquía había decido  retirar a San Cucufate del santoral de la iglesia. 
"Su culto es muy reducido, y  su vida se confunde con la leyenda" decía 
escuetamente el comunicado. En otras  palabras, él ya no era santo. ¿Motivos?, 
¿explicaciones? Todo sobraba. El hecho  estaba allí escrito y no necesitaba 
más razonamientos. Sobra describir la  tremenda conmoción que se apoderó del 
pueblo. A lo largo de los siglos, su  religión había sido su única ocupación, 
los rezos al santo eran como el pan de  cada día, y ahora de pronto, ya 
nada valía la pena. Su vida cotidiana carecía de  sentido y la realidad se 
apoderaba de su mundo. Empezando por los peces, quienes  dejaron de estar 
interesados en su propio holocausto. 
Es inútil referir aquí el  abandonó en que cayó Cugat. Todo el mundo se 
esforzaba por aprender a vivir en  las nuevas condiciones y no tenía tiempo 
para un santo degradado, hasta que  algún tiempo después de la caída, cuando 
parecía que todos se habituaban,  sobrevino la desgracia, tan 
intempestivamente que nadie tuvo tiempo de  prevenirse. Cuando se percataron era demasiado 
tarde. Simplemente la isla se  hundía, tan rápidamente que algunas familias 
apenas tuvieron tiempo de escapar  de sus propios hogares. La necesidad los 
arrastraba de nuevo hacia la antigua  catedral, que por estar en el punto más 
alto de la isla ofrecía seguridad, al  menos por algunas horas. Cugat 
volvió a encontrarse con su antiguo rebaño, pero  en esta ocasión no podía hacer 
nada por ellos. La población había crecido tanto,  que en el interior de la 
iglesia apenas cupieron los fieles. A regañadientes  dejaron sus cosas 
afuera del templo, y pudieron mirar cómo en cuestión de  instantes todo era 
tragado por el mar. Cucufate (no hay que olvidar que el "San"  había sido 
retirado) no podía creer que de un plumazo hubiera sido borrado del  martirologio, 
y menos que la isla desapareciera junto con su santidad (así con  
minúsculas). Prefería alguna explicación científica, como la del hielo derretido  en 
los polos debido al calentamiento global de la tierra. Al mirar todo perdido  
los nativos se miraron unos a otros, y decidieron por unanimidad, salvar 
sus  vidas y dejar al ex santo encomendado a sus oraciones y a su catedral,  
convertida a la sazón en un bello monumento a la inutilidad. Así que se 
subieron  en sus canoas y se fueron siguiendo el rastro de los pericos. El perro 
de Cugat,  también degradado ahora a ser simplemente "el mejor amigo del 
hombre", se miró  en los ojos vidriados del ex santo, y como no encontró 
ninguna diferencia a lo  que mirara desde siempre, siguió creyendo en él, y lo 
siguió por las escaleras  hacía el campanario de la catedral. Una vez allí, 
Cucufate tuvo una iluminación  de verdad. Se despojó de sus atributos y de su 
capa y de su espada y de su  látigo y se volvió poeta. A lo lejos, sus 
antiguos fieles se despedían con  tristeza, y entonces él se aprestó a 
responderles con un  soneto: 
A toda vela y con el viento en popa
zarpamos ¡oh  valientes marineros!
los hijos de la luna tan  guerreros
al puerto saludar alzan su  copa... 
pero los aullidos de su  can no eran del todo apropiados para el lirismo 
que en ese momento desbordaba de  su pecho, y decidió entonces interrumpir su 
poema y terminarlo en mejor  ocasión. 

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